sábado, 30 de agosto de 2008

LA MUJER QUE VINO DEL FRÍO

Como nombre, Alaska viene de la palabra aleutiana alaxsxaq, que literalmente significa "el objeto contra el que la acción del mar es dirigida".

Carlos III creía que Alaska estaba entre los derechos que la bula Inter Caetera reconocía a España en la costa oeste de Norteamérica. Por eso intentó colonizarla. Pero de aquellos intentos sólo sobraron algunos nombres: Glaciar Malaspina, ciudad de Valdez...

Al final, en 1867, el secretario de Estado William H. Seward le compró Alaska a Rusia por 7,2 millones de dólares. Y tuvo que llegar el 3 de enero de 1959 para que el inmenso y helado territorio se convirtiera en el 49º estado de la Unión: 1.717.854 km2, 650.000 habitantes, con capital en Juneau, y no en Anchorage como muchos piensan.

Juneau es un pueblecito entristecido, pacato, de unos 35.000 habitantes. De allí viene la gobernadora, Sarah Palin, dispuesta a ser la vicepresidenta del país más poderoso de la Tierra...

La experiencia política de esta mujer de 44 años, casada, madre de 5 hijos, no es mucha. Antes de ser gobernadora del fin del mundo sólo había sido alcaldesa de una pequeña localidad de 5.000 habitantes, llamada Wasilla.

Su experiencia general es escasa: estudió periodismo en Idaho, trabajó como presentadora en una emisora de Anchorage, fue finalista en un concurso de belleza, y ha practicado y practica la caza con pasión.

Sus ideas son inquietantes: defiende el derecho a la libre venta de armas, es miembro de la Asociación Nacional del Rifle, está a favor de la pena de muerte, combate con rabia el aborto, se opone al matrimonio entre homosexuales, y cree en el creacionismo más que en la teoría de la evolución...

Para colmo, y a pesar de su fama de perseguidora de la corrupción, doña Sarita Palin se enfrenta ahora mismo a una investigación independiente, por posible abuso de poder, al despedir al secretario de Seguridad Pública de Alaska, Walt Monegan, por no perseguir éste al agente Mile Wooten, ex marido de la hermana de la gobernadora...

viernes, 29 de agosto de 2008

CARIÑO

Todos tenemos necesidad de que nos quieran.
Lo sabemos bien los animalitos que vivimos solos.
A veces, hasta las llamadas telefónicas que nos
llegan por equivocación son un alivio al mal de la
falta de cariño, porque nos hacemos la ilusión de
que alguien se acordó de nosotros. La voz femenina,
siempre femenina y siempre la misma, metálica,
grabada, que nos responde "No tiene mensajes
nuevos" cuando llamamos al 123, puede llevar a
muchos a marcar de forma reiterada el mismo
número, para seguir oyendo la misma confidencia
llegada desde el otro lado de la nada insípida,
más que amable...

Digo lo que digo sin ocultar que yo, hasta cierto
punto, y de cierta manera, me creía afortunado.
Pues la chica que me despacha el pan todas las
mañanas, una madrileña de pura cepa, siempre
me trató de Cariño desde que la conozco:
"¿Qué tal, cariño?"
"¿Cómo te encuentras hoy, cariño?"
"Gracias, cariño"
"Hasta mañana, cariño"

Tanto cariño, proclamado en alta voz y con
tanto desparpajo, nunca dejó de sonrojarme un poco.
Pero -para qué negarlo- siempre me gustó.
¡Cariño! ¿A quién no le va a gustar una palabra tan suave,
y al mismo tiempo tan estimulante?
Hasta que hoy, precisamente hoy,
Día de Santa Cándida, por complicaciones en la fila
y en el cobro, descubrí que la simpática dependienta
llama Cariño a todos y a cada uno de sus clientes...
¡Qué desilusión!
¡Qué indigesta, la baguet que he de comer!

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Pasaron los días y las semanas -hoy es
sábado, 4 de octubre-, y la panadera
que me llamaba Cariño empezó a
llamarme Cielo...

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martes, 26 de agosto de 2008

CATÁSTROFES AÉREAS

Más que amigo, aquel joven lleno de vida y de alegría, de nombre Nelson Marques, fue para mí una especie de hermano postizo. Era hijo del primer futbolista brasileño de fama que jugó en equipos italianos, en Italia. Se educó en los mejores colegios de Roma. Vivía en el barrio del Morumbí, en la capital paulista, justo al lado del estadio del São Paulo Futebol Clube, del que era socio distinguido. Y sentía un poco de envidia de que yo hubiera nacido el mismo día que se fundó el club de sus amores...

Entre otras muchas cosas, Nelson Marques me enseñó casi todo lo que sé sobre Aviación. Y fue él, hace ya medio siglo, mientras le dábamos vueltas y más vueltas al mundo, quien me demostró algo que tiene una evidente carga de misterio, que los especialistas rechazan como cierto, pero que yo he comprobado muchas veces: cada vez que hay un accidente aéreo grave, en los siete días siguientes hay otros cinco accidentes aéreos de igual o de parecida gravedad, en algún lugar.

Quien no esté dispuesto a creerme puede salir de dudas, sin ir más lejos, leyendo las páginas de sucesos de los periódicos puestos a la venta después que se quemó el avión de Spanair, en Barajas: si los nuevos accidentes todavía no son cinco, serán...

¿Por qué? No me lo pregunten. No lo sé. Ni Nelson Marques, que se murió de amor hace más de veinte años, lo sabía.

lunes, 25 de agosto de 2008

MADARIAGA

Salvador de Madariaga y Rojo, que nació en La Coruña, a punto estuvo de ser militar, como Francisco Franco Bahamonde, el otro gallego, que nació en Ferrol. Simples y extrañas coincidencias. Porque al final, y para que nadie se llame a engaño, el primero acabó falleciendo en el exilio de Locarno (Suiza) y el segundo está enterrado, hasta hoy, en el Valle de los Caídos. Una diferencia abismal. Un disparate histórico de la España cruel, donde unos mueren y otros caen...

Levantaron aquella cruz que asusta, que quita las ganas de ir a El Escorial, y nadie levantó nunca un monumento decente, discreto, al sabio elegante, civilizado, que fue capaz de decir tres cosas monumentales:

- Los hombres no son, ni pueden ser, iguales.

- Los hombres no nacen, ni son, ni pueden ser, libres. Quien diga lo contrario es que no sabe cómo llegan al mundo los bebés...

- Nada serio puede hacerse sin orden. Y para que haya orden se necesita la fuerza. Y -hay que saberlo- los que administren la fuerza siempre tenderán al abuso.


domingo, 24 de agosto de 2008

JOE BIDEN


Del morenito ya sabemos bastante. Pero del blanco blanquísimo, de nombre Joseph Robinette Biden, Jr., hijo de un vendedor de coches, abogado, senador por Delaware, sabemos muy poco en la España de los horizontes espesos. Y convendría saber, porque ahí donde los ven, juntos, complementándose, en mangas de camisa, con esas sonrisas de gente normal y corriente, podrían cambiar el rumbo de la Tierra.

Sonríen con naturalidad porque son hijos de la esperanza: Obama viene de las sombras de la negritud; Biden sabe lo que es perder a una esposa y a una hija menor, en un accidente de coche, justo después de ser elegido senador, con 29 años de edad. Y en vez de volverse loco optó por utilizar el tren para ir a Washington, todos los días, desde su casa en los suburbios de Wilimngton.

Sonríen así porque fueron capaces de superarse a sí mismos -porque no guardaron ni el odio ni el dolor que suelen guardar los seres del montón.

No los perdamos de vista. Tal vez, nunca se sabe, todo puede suceder, siguiéndoles el rastro podamos descubrir que este mundo no es una cloaca irremediable.

sábado, 23 de agosto de 2008

OSETIA

¿Osetia? Como mi ordenador no sabe escribir en osetio, ni en ruso, ni en georgiano, tendré que decir que el polvorín de que tanto hablan los periódicos en estos días podría llamarse República de Osetia del Sur. Y utilizo la palabra podría porque Georgia se niega a reconocer que tal república exista. Para ella -para Georgia- lo que existe es la vieja región de Samachlabo, o, ahora, de Tsjinvali, así, con i al final, para fastidiar a los osetios, que llaman Tsjinval, sin i, a la ciudad que consideran su capital, y que no tiene, o tenía, más de 30.000 habitantes.

En total, la tal Osetia del Sur tiene menos de 4.000 km2, y menos de 70.000 habitantes perdidos en su propia y atormentada historia, que todavía no han llegado al siglo XVIII, pero que le quieren pegar fuego al XXI. Manda huevos, que diría el castizo. En esta parte del mundo, en la España de Zapatero y de los muertos de Barajas, vivimos sin vivir, porque no conseguimos saber, exactamente, lo que hay en la cabeza hueca de algunos terroristas. Pero también habría que saber, digo yo, bastante geografía: ¿Dónde está, hijos míos, Osetia del Sur?

La cosa, además de peligrosa no es fácil, porque resulta que también existe Osetia del Norte, o Alania para los eruditos. Está pegadita a la otra, pero no es de Georgia. Ésta, la del Norte, sí es una república de la Federación Rusa, y se encuentra en el Cáucaso, en la antigua ruta de la seda. Tiene unos 750.000 habitantes, unos 8.000 km2, y su capital es (anoten) Vladikavkaz -aunque nos suene más Beslán por el atentado de los chechenos en 2004.

Irse para Benidorm, así, sin pensarlo, o ponerse a estudiar sexualidad en las universidades de verano, o rezarle a los santos de agosto, no sirve de nada, mientras no sepamos cómo se amasa el pan con el permiso y la vigilancia de los soldados rusos.

jueves, 21 de agosto de 2008

MALETAS


De tanto sufrir yendo de un lugar a otro con las maletas a cuestas, aprendí a viajar sin maletas. Y cuando ya había aprendido, inventaron esa cosa de no dejar que uno lleve una simple maquinilla de afeitar en el equipaje de mano... Volví a sufrir: a llevar y a facturar maletas, porque, en los aeropuertos, están seguros de que yo, por mis antecedentes, puedo provocar una matanza con una simple gillette o con un refrescante tubo de pasta de dientes.

Agosto es el mes de las maletas. Y resulta que yo odio las maletas. Las odio porque me persiguen, porque me aburren y porque me entristecen -porque sé perfectamente que no sirven para nada. De tanto sufrirlas y odiarlas, hasta puedo adivinar cuándo van cargadas de miedo y de miseria.

Los más pobres y los más inseguros son los que viajan con más maletas. Para ellos, cualquier viaje implica una especie de atormentada mudanza. Es como si no creyeran que en París también venden galletas, o que en el Caribe también hay colchones...

La prueba más dolorosa de lo que intento decir la podemos encontrar durante el verano en las carreteras por las que circulan los coches de los africanos que, viviendo y trabajando en Europa, pretenden atravesar el Estrecho para pasar las vacaciones en sus países de arena y de sol. Y digo coches por decir alguna cosa. Pues lo que vemos circular son voluminosos y peligrosos equipajes, compuestos de cosas grandes e inútiles. El pánico a la nada milenaria no les deja ver los semáforos de la existencia normal y corriente.

Tal vez, algún día, me ponga a escribir de carrerilla sobre lo mucho que he visto y he sentido por causa de las malditas maletas. Podría contar, entonces, historias reales como la del sábado pasado, en un caótico aeropuerto del Tercer Mundo: conocí, oh casualidad, en la melancólica fila de pasajeros que esperaban ser atendidos por el personal de una determinada compañía aérea, a un tinerfeño flaco y angustiado, al borde del infarto, acompañado de su "señora esposa" nativa y de una montaña de pesadas e inquietantes maletas; habían perdido el avión del día anterior por cuestiones de visado; ahora estaban en lista de espera; tenían lo justo justito para pagar la diferencia de precio de los nuevos billetes; pero el sobrepeso del equipaje costaba una fortuna; y sin el equipaje, que no, ni lo pienses, no querían embarcar; y con el equipaje, ¿estás loca?, no se podían quedar en tierra, por alguna razón que yo, siempre discreto, preferí no imaginar...

domingo, 17 de agosto de 2008

GLOBALIZACIÓN

Anduve unos días por el Paraíso -por un pedacito del planeta Tierra que, por ser cosa imposible, no se ha globalizado en lo que tiene de natural, o de obra de Dios. Sólo se ha globalizado en lo que es cosa de los humanos. Como en tantísimos lugares de este mundo, también allí, ya, caminar por las calles es tropezar en absurdos, ilegalidades y situaciones de riesgo. No hay un metro de acera donde no haya un coche aparcado, o un vendedor de cosas falsificadas, robadas, o contrabandeadas.

En el Paraíso, como en todas partes, son legión las personas que viven en los espacios públicos, a la intemperie. Mujeres y hombres que deberían tener trabajo digno y techo decente, duermen peor que los animales, en cualquier portal abandonado o rincón oliendo a orines. Revuelven la basura como aves carroñeras. Comen lo que supermercados y restaurantes dejan en los contenedores, a la espera de que pase, si es que pasa, el carromato de la limpieza pública. Criaturitas abandonadas se distraen con juguetes hechos de deshechos, en vez de estar en la escuela. Adolescentes deambulan en grupo, oliendo cola de zapatero. Muchachas preñadas de futuro incierto agrandan el espanto del presente.

El tráfico rodado se adueñó de las calles llenas de agujeros. Los conductores no respetan nada ni a nadie. Los autobuses no paran en las paradas...

Y nada les digo de la corrupción clamorosa, de las mafias, de las muertes sin explicación, del miedo sudoroso y musical...

Siendo así, y así es, cabría la pregunta del milenio: ¿Por qué moverse de los infiernos cotidianos del mundo desarrollado, occidental y cristiano, para ir a parar a ese tal Paraíso que, descrito como escrito queda, parece tan parecido a tantos lugares europeos o norteamericanos, sin ir más lejos?

Respuesta: por la Belleza natural, inigualable, y por la Alegría. En el Paraíso donde he estado estos últimos días, la gente es la gente más alegre del mundo, por alguna razón que escapa a mi limitada capacidad de interpretar misterios. Se trata de una alegría que tal vez se deba a una cuestión de ser o no ser. Sin ella, la existencia sería un disparate. Con ella, vivir implica no hacerle caso a lo evidente. O sea: al revés que por aquí, son alegres por necesidad. O por obligación...

jueves, 7 de agosto de 2008

PINK FLEET


Los viejos marineros usaban esas dos palabras, pink fleet, para referirse a los barcos que reflejaban en sus cascos los últimos rayos de sol, antes de desaparecer en la negrura de la noche...

Pero no se preocupen. Si en los próximos días no saben de mí, no será porque haya desaparecido en alguna noche cierta, sentida o imaginada. Será porque estaré navegando en un barco que se llama así: Pink Fleet.

Sin embargo, deben saber que el Pink Fleet no es un barco cualquiera. No. No lo es. El Pink Fleet, a diferencia de los demás barcos que existen, no navega simplemente por navegar. Ni navega en cualquier mar, con un rumbo cualquiera. Sólo navega en el Paraíso. Y sólo navega en dirección a lo mejor del pasado -a lo que fue más bello, más emocionante, más inolvidable, más querido, más alegre, más llorado...

Con el calor de Madrid, los peinados despeinados de María Dolores de Cospedal, y la somnolencia política que me produce la sin par Leire Pajín, se me derritió la menguada esperanza que me quedaba. Tuve que ir a mi curandero de cabecera. Y el curandero, que me conoce como si me hubiera parido, no lo dudó ni un instante: "¡Viaja hacia lo más hondo de ti mismo, muchacho! ¡Viaja! ¡Vuelve a viajar con urgencia!"

Qué remedio. Tendré que viajar. Voy a viajar. Estoy haciendo las maletas. Y viajaré en el Pink Fleet, como en aquellos tiempos, porque no hay otro barco que sepa navegar como él por el epicentro de mi alma.

martes, 5 de agosto de 2008

UNIDOS PARA SIEMPRE

Ayer, en Buenos Aires, mientras esperaban a que Hugo Chávez llegara, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva le confesó a Cristina Kirchner un amor que nadie, antes, había podido sospechar: "¿Por qué Dios nos colocó pegados, un país al lado del otro? Las parejas, cuando se casan, no lo hacen para que la mujer mire hacia un lado y el hombre hacia otro... ¡Se casan para estar juntos!"

Los 300 empresarios brasileños presentes, igual que los 700 argentinos, se rieron bastante, con sonoras carcajadas. Lo de "Argentina-Brasil: una alianza productiva crucial" les pareció, tanto en la letra como en la música, la cosa más divertida del mundo. ¡Qué gracia!

Yo, que tanto he deseado ése matrimonio, también me alegro de la noticia amorosa. Pero no por eso voy a olvidar, con carcajadas precipitadas, a Chico Buarque:

Carolina, nos seus olhos fundos guarda tanta dor, a dor
de todo esse mundo
Eu já lhe expliquei, que não vai dar, seu pranto não vai
nada ajudar
Eu já convidei para dançar, é hora, já sei, de aproveitar

Lá fora, amor, uma rosa nasceu, todo mundo sambou, uma estrela caiu
Eu bem que mostrei sorrindo, pela janela, ah que lindo
Mas Carolina não viu...
Carolina, nos seus olhos tristes, guarda tanto amor, o amor que já não existe
Eu bem que avisei, vai acabar, de tudo lhe dei para aceitar
Mil versos cantei para lhe agradar, agora não sei como explicar

Lá fora, amor, uma rosa morreu, uma festa acabou, nosso barco partiu
Eu bem que mostrei a ela, o tempo passou na janela e só Carolina não viu.

domingo, 3 de agosto de 2008

LÚCIO COSTA

Es cierto: el arquitecto de Brasilia fue Oscar Niemeyer. Pero el urbanista (el de la ciudad sin semáforos, Patrimonio Cultural de la Humanidad desde 1966) fue Lúcio Costa. ¿Le consta a usted, querido lector, alguna noticia o información sobre Lúcio Costa?

El brasileño Lúcio Costa nació en Toulon, Francia, en 1902, por causa de las actividades oficiales de su padre, que era almirante. Creció en diversos países, por la misma razón. Estudió en la Royal Grammar School, de Newcastle, y en el Collège National, de Montreux. Ya era 1917 cuando se fue a Brasil. En Río de Janeiro, donde moriría en junio de 1998, estudió arquitectura en la Escola de Belas Artes, y allí mismo recibió la influencia de Le Corbusier.

Durante algunos meses de 1932 fue director de la Escola Nacional de Belas Artes. Aprovechó para implantar un curso de arquitectura moderna. Entre los alumnos de ese curso estaba Oscar Niemeyer.

Cuando en 1935, con la supervisión de Le Corbusier, Lúcio Costa se hizo cargo de levantar en Río de Janeiro el edificio sede del Ministério da Educação e Saúde Pública (hoy Palacio Gustavo Capanema), entre el equipo de arquitectos que colaboraban en el famoso proyecto volvió a encontrarse con Oscar Niemeyer.

Ése edificio, que se terminó de construir en 1946, le dio fama a la arquitectura y a los arquitectos del Brasil, porque obedecía fielmente a los cinco postulados de Le Corbusier: bloques elevados sobre pilotis, planta libre, fachada libre e independiente de la estructura, ventanales longitudinales, y cubiertas planas ajardinadas.

A pesar de esa fama, que fue mucha, Lúcio Costa tuvo problemas "burocráticos" cuando, en 1957, presentó un anteproyecto al concurso convocado para construir la nueva capital de su país. Pero acabó ganando la fiera disputa, casi por unanimidad. Y al final fue él, sí señor, el autor del revolucionario Plan Piloto de Brasilia, su obra maestra.

Pasó el tiempo, llegamos al verano de 2008, y yo, con este calor, tengo que escribir estas cosas para ayudar a que la memoria de un genio no se apague del todo.