miércoles, 24 de junio de 2009

CONDIMENTOS

En la feria de los miércoles, en la alameda Jauaperi (un delirio de arroces, cebollas, patatas, tomates, pimientos, quesos, aceites, carnes, dulces, verduras, frutas, flores...), hay un puesto que solamente vende "temperos": açafrão, coentro, cominho, curry, cardamomo, gengibre, noz-moscada, cravo, cravinho, canela, cheiro verde, louro, manjericão, orégano, páprica, sálvia, tomilho, alecrim, alcaparras, alfavaca, algaravia, anis espanhol, anis estrelado, capuchina, cerefólio, colorífico, curcuma, echalota, endro, erva doce, estragão, gergelim, hortelã, kummel, manjerona, mostarda, pimenta calabresa, pimenta de cheiro, pimenta da Jamaica, pimenta do reino, pimenta da Holanda, pimenta malagueta, raiz forte, salsinha, segurelha, urucum, zimbro... La vida tiene tantos sabores, olores y colores, que me resulta imposible, en medio del gentío bullicioso, seguir tomando nota, en portugués, de las mil posibilidades de ser feliz...

sábado, 20 de junio de 2009

NACER, CRECER, MORIR

Según parece, todo es cíclico. Todo nace, crece y muere. Vivir es empezar todo de nuevo, todos los días... La ciudad de São Paulo, como las personas, como el amor, se muere en su centro histórico, hecho de poder, sudor y cemento, y resucita en la periferia, donde ahora proliferan los barrios de aluminio, cristal y sueños renovados... Algún día, dentro de cincuenta o sesenta años, habrá gente que sufra viendo morir los rascacielos que en este momento se levantan, del mismo modo que yo sufro en el presente contemplando la decadencia de miles de edificios que conocí llenos de orgullo, lujo y progreso...

sábado, 13 de junio de 2009

UN PAÍS EMERGENTE

Brasil fue considerado, durante décadas, "o país do futuro". Después, durante mucho tiempo -y no hace falta recordar de dónde brotó la fiebre nacionalista-, Brasil pensó de sí mismo que era "o melhor país do mundo". Ahora, en la época de Lula, sencillamente democrática, el mundo entero reconoce a Brasil como "un país emergente". Algunos llegan a decir que ya es "una potencia mundial". Pero no es. Para eso todavía le fantan tres pequeñas cosas: comunicarse mejor con el planeta Tierra; remediar su eterna y disparatada burocracia; y colocar en la senda del consumo activo a cincuenta o sesenta millones de pobres muy pobres... Como sólo existe lo que se comunica, Brasil aún no existe efectivamente, plenamente, porque lo que de él se sabe está dicho en buena medida por intermediarios, o por competidores, que manipulan o distorcionan su verdad. En cuanto a la burocracia, un amigo mío, que ama este hermoso país tanto como yo, asegura que Brasil pierde la mitad de su energía, que es mucha, en el vicio del "venga usted mañana", "traiga otro papel", "póngale otra póliza". Y en la cuestión de menos pobres y más consumo se está haciendo lo que se puede, que nunca llega a ser suficiente... La derecha política se empeña en decir que los subsidios económicos a las familias más necesitadas son pura demagogia electoral: "una gigantesca fábrica de vagos". Pero no es cierto. Esas ayudas precarias y un poco dolorosas son el primer paso para agrandar "el mercado" -para avanzar por el único camino que sí lleva a la condición de gran potencia... Que, por casualidad, es el camino que está trazado en la mente pernambucana de Lula: un país que sabe producir con perfección todo lo que puedan producir los países desarrollados, y que lo produce a precios competitivos, y que además cuenta en su propio territorio con una infinita capacidad-necesidad de consumir, es un país imparable...

viernes, 12 de junio de 2009

LIBRERÍAS

São Paulo, con sus grandes defectos y sus grandes virtudes, no sólo es la ciudad donde mejor se come en todo el continente americano. También es la ciudad que maravilla (en Europa no se han enterado...) por sus muchas y excelentes librerías. Sin ir más lejos, en el centro comercial que tengo más a mano hay una del Grupo Saraiva ("Cultura, Entretenimiento, Información, Conveniencia & Usted") que sólo en la capital paulista tiene más de veinte, y en todo el Brasil tal vez tenga quinientas... Les hablo de un ejemplo cercano y casual: de una librería tan grande como un establecimiento de El Corte Inglés, en la que uno encuentra todo lo que en este mundo pueda ser imaginado en materia de libros, música, cine, fotografía, informática, prensa, papelería, juguetes inteligentes, etc. Al entrar en ella (vengo de allí) la primera impresión que nos sacude es de incredulidad. Pues cuesta creer que todavía tengamos millones de libros por leer -millones de cosas por ver, oír, disfrutar y entender... Es como descubrir de repente que aún no hemos empezado a vivir... Pero además, por si fuera poco, en esa misma librería somos seducidos por una política comercial que parece concebida por una mente instalada en un planeta envidiable: la idea vulgar de la simple y torpe compra-venta está desterrada; por todas partes hay caros, bonitos y confortables sillones de cuero, para que usted se sienta en su casa, leyendo, oyendo, probando o contemplando lo que le plazca, sin el menor compromiso de tiempo o de dinero; la dificultad de encontrar el libro más raro o más esquivo está resuelta por una especie de cajeros automáticos que nos lo "despachan" al instante; no vale decir que andamos escasos de recursos monetarios, porque las facilidades aparecen como por encanto; ni vale decir, tampoco, que sólo vivimos de madrugada o que residimos en el lugar más apartado, porque para eso está el Servicio de las 24 Horas y de la Distancia... Y si -nunca se sabe- la cultura nos importara poco, y lo nuestro no pasara del deseo de descansar, de tomar una copa, o de encontrarnos con la/el amante de turno, nada mejor, además de los sillones ya mentados, que el delicioso bar que hay al fondo, entre el departamento de Literatura Digital y el de Física Cuántica.

jueves, 11 de junio de 2009

TODO NEGRO

Mi amigo Ezequiel Bertoldi, arquitecto ilustre, nacido y criado en el luminoso puerto de Santos, vivió en Lima durante aquellos años del Terremoto. Y el recuerdo más fuerte que le quedó del otro lado de América no fue el temblor de la tierra sino el color del mar de chabolas donde habitaba la miseria, a un lado y al otro de la carretera que iba del aeropuerto a la capital peruana: eran negras y no de mil colores, como las favelas de Río, Recife o São Paulo... Hoy, aquel recuerdo parece mentira. Pues, en todo el Brasil desarrollado, el color negro ha tomado cuenta del progreso, en abierta contradicción con lo que sucede en los barrios marginados, que siguen siendo "alegres". Ahora, todos los coches son negros, con cristales negros, llevados por conductores vestidos de negro; todas las personas serias e importantes visten de negro; todos los políticos visten de negro; todos los empleados de banca visten de negro; todos los desempleados en busca de empleo visten de negro; todos los vendedores visten de negro; todas las recepcionistas van de negro; no hay camarero que no lleve indumentaria negra; los tres o cuatro millones de personas dedicadas al negocio de la seguridad particular parecen agentes funerarios de riguroso luto; los muchos millones que viven de aparcar coches usan pantalón negro y camisa blanquísima, como aquel Chico Buarque que nos emocionó en la juventud... Solamente de cuando en cuando, todavía, en medio de la muchedumbre cubierta de negro, puede verse algún negro elegante vestido de blanco, con zapatos blancos y sombrero blanco, igual que cuando el samba era samba...

martes, 2 de junio de 2009

EL CONFERENCIANTE

En el mundo entero es conocido por su nombre simplificado: Bill Clinton. Fue -parece mentira- presidente de los Estados Unidos. Es el marido de la señora mandona que en este momento desempeña el papel de Secretaria de Estado. Y ahora -él- se dedica a dar conferencias que no da, sino que cobra a precios astronómicos.
Anoche tuve el placer de volverlo a ver y oír en vivo y en directo, a unos diez metros de distancia, por aquello de la seguridad, convertida en penoso espectáculo de agentes secretos y de aparatos electrónicos.
Lo que dijo no hace falta que yo lo repita aquí. Pues Clinton siempre dice lo mismo, y lo que dice siempre aparece en los periódicos.
El cómo lo dice es lo que quiero comentar, porque es lo que realmente me fascina de este ex presidente transformado en genial encantador de serpientes -en conferenciante casi perfecto.
Para empezar, y como por casualidad, la corbata que Clinton llevaba anoche era del mismísimo color que distingue la imagen corporativa de la universidad donde hablaba: un verde muy particular, casi imposible.
Clinton es alto y aparentemente sencillo. Viste con tanta naturalidad, que siempre parece que viene de hacer la compra en el supermercado. Su pícara sonrisa lo aleja de la idea de lo que podría ser un político cargado de responsabilidades, y lo asemeja a cualquier ser peatonal. Como siempre dice lo mismo, ya no necesita leer papeles. Habla de corrido y con soltura, y no habla ni un minuto más, ni un minuto menos, de los cuarenta y cinco justos que siempre factura. No gesticula con los brazos, pero sí con las manos, enormes y expresivas. No enfatiza, como sí enfatiza su esposa, pronunciando palabras más altas que otras. El énfasis, cuando lo considera necesario, lo consigue con pequeños silencios, alargando o acortando las vocales, y con sutiles pinceladas de buen humor.
Al final, uno se va con la impresión de haber oído a un pariente simpático, que vino a contarnos sus andanzas por el mundo, para entretenernos un poco sacándonos de la oscuridad del localismo.
Pero el problema está en que se trata de un pariente que cobra. Es justo, ético, razonable, que antiguos presidentes que ya no presiden vendan a precio de oro el conocimiento adquirido gracias al voto popular de las democracias supuestamente avanzadas?