lunes, 18 de julio de 2011

URUGUAY

  

Borges (que era argentino) dijo lo que dijo para decir lo que sentía por la ciudad de Buenos Aires: "No nos une el amor sino el espanto; será por eso que la quiero tanto". Y yo (que soy canario de Lanzarote) podría decir algo parecido para decir lo que siento por Montevideo. Porque resulta que he vuelto al Uruguay y a su capital, después de muchos años, arrastrado por los impulsos del corazón y de la memoria. Llegué por el aeropuerto de Carrasco, que es un aeropuerto que no es grande, pero sí bonito, moderno, limpísimo y funcional. Desde el aire, el país se sigue pareciendo a lo que siempre había sido, pequeño y plano, bañado por agua dulce y salada por el oeste, por el sur y por el este, como si fuese un pedazo de un Brasil inacabado o mal diseñado. En los campos llanos y verdes hay muchas vacas gordas. En Montevideo hay mucha gente culta, educada, mal vestida y bien alimentada. En la ciudad descuidada, como si no tuviera dueños, la cultura ocupa todos los rincones. El Teatro Solís, por ejemplo, es el mejor ejemplo de lo que acabo de decir. Allí, en la sala Zavala Muniz, puedo disfrutar de Clandestina, el divertido alegato de Marianella Morena sobre el poderoso poder de la carne alquilada, en las camas escondidas en el silencio de la historia oficial, de izquierdas y de derechas. En la maravillosa sala principal asisto al primer concierto (al primer milagro hecho de tangos) de la formidable Orquesta Típica del Río de la Plata. Uruguay es así: tiene más muesos que iglesias; más banderas que crucifijos; más escuelas que amburgueserías; más monumentos que supermercados. Los taxis andan por andar, viejos, sucios y descompuestos. Todos los coches circulan a mil, con las luces encendidas, a cualquier hora del día y de la noche. La vida es pequeña pero los sueños son enormes. El presidente de este país tan próximo de Argentina es un hombre bajito, que no usa corbata, que ya fue guerrillero, y que se gana el sustento cultivando flores. Para soñar sus sueños imposibles, los uruguayos han tenido que exagerar el uso del idioma español. Y emplean palabras rotundas, dramatizadas, para agrandar cualquier mérito. Junto a la puerta de la catedral puede leerse lo siguiente, fundido en bronce:

Sus nombres están escritos
en el libro de la vida:
 LARRAÑAGA
MONTERROSO
 PÉREZ CASTELLANO
LAMAS
ENRIQUEZ PEÑA
LARROBLA ORTÍZ
FERNÁNDEZ GADEA
FIGUEREDO COMENSORO
-
Al Clero de la Independencia.
A los que
entre los héroes fundadores
nos recuerdan
el orígen divino de la Patria.
Obra y herencia de Dios
uno y trino.
Creador omnipotente.
El solo santo el solo dueño.
El solo altísimo.
A quien en ella y por ella
en el Centenario de la Constitución
confesamos y adoramos
levantando los corazones
y bendecimos
y damos gracias.
1830 - 1930

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