martes, 6 de julio de 2010

LIMPIABOTAS

Por muchas razones, fáciles de imaginar, los limpiabotas han ido desapareciendo de las calles del mundo. Cada vez hay menos, incluso en las ciudades mexicanas, y en Lima, donde se encontraban los más competentes. Y los que quedan casi nunca son profesionales. Son, con frecuencia, marginados sociales que no conocen el oficio y que piensan que con una caja cualquiera y un cepillo gastado se puede improvisar una forma de ganar dinerito... Pero en São Paulo, en la Praça da Nossa Senhora Aparecida, de espaldas a la Avenida Ibirapuera, a la sombra de un árbol centenario, bello y gigante, a cincuenta metros de la iglesia y a otros cincuenta del puesto ambulante de la Policía Militar, sigue trabajando un viejo limpiabotas que, por la indumentaria y la pulcritud, parece un mayordomo de los tiempos del Imperio. Se trata de un mulato culto y elegante que sabe absolutamente todo sobre zapatería, desde el diseño a la calidad de los materiales; que es capaz de recuperar cualquier zapato maltratado; que maneja con perfección todas las cremas imaginables, de todos los colores... Por eso, por todo eso, ayer, después de atenderme com paciencia y dedicación, el buen hombre se llevó un gran disgusto: ni con cremas ni sin cremas consiguió eliminar algunas cicatrices de las palas de mis zapatos más queridos y más cansados de andar de un continente a otro!

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