miércoles, 14 de diciembre de 2011

NAVIDAD, OTRA VEZ




Saben los que me conocen, y saben por qué, lo poco que me gusta la Navidad. Nunca me gustó. De niño, en Lanzarote, con la llegada de esta época del año me ponía tan triste, que, de tanta tristeza, perdía la salud el Día de Finados y sólo la recuperaba después de Reyes. Y, cuando la vejez me dio libertad y autonomía, me acostumbré a pasar el mes de diciembre (casi siempre) en lugares remotos ajenos al fanatismo cristiano y al derroche consumista. Pero no es el caso de ahora mismo, cuando acaba el inquietante 2011. Esta vez, por muchas razones, me quedaré en la querida ciudad donde vivo, en mi casa, en el estudio donde escribo y pinto, y en el trabajo que me da de comer. Y, parado en mi propio epicentro, no puedo evitar que desde el banco a la panadería me lleguen toda clase de grandes deseos de felicidad y fortuna... Tal vez no se lo crean, pero esa lluvia de mensajes hipócritas me ha hecho pensar en lo que podrían pensar los que de verdad me quieren, si, solamente yo, no les mando una tarjetita, un regalito, o una estampita... Y entonces decidí (estoy decidiendo) mandarles la reproducción de los últimos cuadros que he compuesto, que no dejan de ser recuerdos sinceros, sin llegar a ser compromisos de fe ciega o de falsa esperanza... De ese modo, quién sabe, podré quedar mejor con los lectores fieles que me acompañan a diario, desde Pelotas o Acapulco, o desde Madrid, como Josefina, que no me ha olvidado desde los tiempos en que los dos creíamos ser jóvenes y guapos...

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