miércoles, 20 de junio de 2007

INICIATIVA PERSONAL

martes, 19 de junio de 2007

CAMPEONES

El Real Madrid, con Capello en el banquillo, ha ganado la Liga. Y eso, por lo visto, es una cosa muy, pero que muy, importante. Tan importante, que mucha gente ha estado al borde del infarto. Los que han llorado de alegría han sido legión. Lo sé muy bien, porque he visto y oído los cohetes que han estallado en la noche de la capital. Fue tanta la trapisonda, que salí a la terraza pensando que se trataba de otra cosa: del fin de las guerras, del triunfo de la razón, o de algo parecido... Pero después, viendo la televisión y leyendo los periódicos, he sentido vergüenza. Lo del asalto a Cibeles, para ponerle una bandera, a modo de pañuelo campesino, al cuello de la diosa de piedra, es un acto de fanatismo que mete miedo. Y lo de mezclar fútbol con religión y con política pasa de castaño oscuro. Porque -pueden creerme- los del Real Madrid también fueron a inclinar sus rodillas ante la Patrona, como si La Almudena tuviera algo que ver con lo de dar patadas y meter goles en calzoncillos. Y fueron al Ayuntamiento, y a la sede del Gobierno autónomo, para abrazar a las autoridades y aparecer por los balcones oficiales, igual igualito que los políticos en campaña electoral... ¿Con qué derecho? ¿Cuándo y cómo fueron elegidos para pisar alfombras oficiales y utilizar bienes públicos? Por separado, el fútbol, la religión y la política ya son -o pueden ser- drogas duras. Cuando se mezclan, se convierten en una espantosa aberración.

jueves, 14 de junio de 2007

HORRORES

Confieso que estoy escribiendo poco, aquí mismo y en los medios convencionales en que colaboro. No quiero escribir mucho, para no dejarme llevar por los horrores islamistas que salpican de sangre los noticiarios; para no comentar las salvajadas de Gaza y Líbano; para no arremeter contra algunos salvadores de América Latina; para no sufrir más con el panorama político español... ¿Han visto? España entera sigue dándole vueltas al trauma del 11-M, sigue sin digerir los resultados de las últimas elecciones, sigue como paralizada, encogida, avinagrada, por las amenazas de tres bestias encapuchadas, procedentes -todavía- de las tinieblas vascas... He intentado, sí, alejarme de todo eso. Mirar para otro lado. Recrearme en las cosas bellas de la vida, que, supongo, también existen. Siempre que los hombres hechos y derechos me decepcionan, o me asustan, me fijo en los jóvenes, más bien en la adolescencia, por si por ahí pudiera llegar, o estuviese llegando, cosa que en el fondo dudo, alguna corriente de aire fresco. Y esta vez, casi sin darme cuenta, he ido a parar a una interminable discusión, con muchachos que empiezan a vivir, sobre la violencia escolar... ¿Por qué se pegan los estudiantes de primaria, de secundaria, en las escuelas? ¿Por qué les pegan a los maestros? Respuesta, conclusión, después de horrorizarme con los apasionados argumentos de mis inocentes, y no sé si sabios, interlocutores: pues... porque los niños no son idiotas, y perciben, desde la más tierna edad, que los están manipulando, adoctrinando, intoxicando, anulando; porque -aseguran los jovencitos que me han bajado de la nube- los profesores saben muy poco de lo que enseñan, enseñan sin creer en lo que dicen y hacen, y no merecen, por tanto, ni respeto ni consideración. "¿Conoce usted -me preguntó desafiante un mocoso de trece años- algún profesor con vocación verdadera, y con talento apreciable, que haya sido agredido alguna vez, en algún lugar?" "¡Pues acabemos, don Alejo, acabemos!".