sábado, 28 de noviembre de 2009

AVISO A NAVEGANTES

Los lectores de todo tipo, y los amigos, vecinos,
alumnos, parientes, enemigos, compañeros y
navegantes que no me encuentren en este blog
podrán encontrarme, en portugués, en otro:

REVIVER+
(O, lo que es lo mismo, en
revivermais.blogspot.com)

Muchas gracias/Muito obrigado


miércoles, 25 de noviembre de 2009

COMER PERDICES

Decía mi padre que la civilización no es otra cosa que construir ciudades y poner la mesa... Mi amigo Jesús García estaba de acuerdo con ese parecer, y, sobre todo, con lo de poner la mesa. Él sabía, como pocos, que la buena comida bien servida es el resultado de siglos y siglos de paciencia, esfuerzo, inteligencia, sensibilidad y cultura. Lo sabía, tal vez, porque el hambre que pasó en su niñez lo había obligado a probar con frecuencia los trozos de pescado crudo que encontraba en los basureros del puerto... Pero Jesús creció y se convirtió a su manera en un hombre rico y culto, que viajaba mucho y que disfrutaba con pasión las cosas buenas y bellas de la vida. Escribía bien. Ganó fortunas con la compra-venta de obras de arte. Se burló de los políticos y se aprovechó de la política. Sabía donde se podía orinar y defecar, sin problemas, en París, Londres, Buenos Aires, Berlín o Viena. Frecuentaba los cinco mejores restaurantes de cada una de las veinte ciudades del mundo que más le gustaban... Y uno de esos restaurantes, que también yo frecuenté en los años setenta, se encontraba en la Travessera de Gràcia, esquina d'Aribau, en Barcelona.

El maître se parecía tanto a Sir Anthony Eden, que los comensales teníamos la impresión de estar siendo atendidos por el propio ministro inglés... Y un día, a quien sirvió con espanto fue a Jesús García, que llegó con su primera mujer y solicitó la mesa redonda, del rincón curvo, discretamente apartado, decorado con cortinas doradas que parecían cosa de santos... Si la figura del maître era inolvidable, la de Jesús no lo era menos. Pues medía algo más de dos metros de altura y tenía una cabeza enorme, desproporcionada y completamente calva...

La comanda, extensa y complicada, incluyó tres platos, postres, aguas, vinos... El segundo plato: perdices estofadas con setas... El servicio responde con la precisión y competencia de siempre. Después de las perdices, el camarero se dispone a servir el tercer plato. Pero Jesús le pide que lo posponga -que, antes, vuelvan a servir perdices. Y sirven perdices por segunda vez. Y por tercera, atendiendo a la insistencia de Jesús. El tercer plato de la comanda se convierte en el quinto, en la práctica...

Pasó una década, todos envejecieron, y Jesús García vuelve al famoso restaurante barcelonés, pero ahora con su segunda mujer, la joven y guapa Lolita. Se sientan en el mismo lugar, de la misma forma, junto a la misma mesa de la otra vez. El maître sigue siendo el mismo, pero con el pelo más blanco y más largo, y con el trato más señorial. Y sin embargo se descompone al ver de nuevo la cabeza enorme y calva del hombre gigantesco. Y grita, como si gritara en un bar cualquiera de la Barceloneta: "¡¡Perdices!! ¡Usted quiere perdices! ¡¿Verdad, señor?!"

sábado, 21 de noviembre de 2009

GENTE PELIGROSA


Cuando se viaja mucho se aprende mucho. Y una de las cosas que se aprende a la fuerza es a saber el grado de peligrosidad de la gente con la que nos encontramos. Llegamos a saber, a presentir, a intuir, con escaso margen de error, qué ladronzuelo intentará robarnos la cartera en el metro; qué taxista nos engañará; qué azafata nos tratará mal; qué camarero nos servirá lo que no pedimos; qué recepcionista nos dará la información equivocada... Llegamos a saber todo eso, como si saberlo fuese la cosa más natural del mundo, pero no siempre sabemos por qué. ¿Por qué sabemos que nuestro vecino de asiento, en el avión, no es ingeniero, si él insiste en presentarse como tal, y hasta nos entrega una llamativa tarjeta que dice que lo es? Ese confuso saber sin saber por qué resulta de la experiencia del mucho viajar. Pero también hay resultados más claros, clasificables y consolidados. Por ejemplo: cuando viajamos por lugares donde hay muchas palmeras, y encontramos individuos que usan en todo momento gafas de sol, corbata pajarita y zapatos blancos (con independencia del color de la ropa), podemos estar seguros de que el peligro nos acecha. Y si esos mismos individuos hablan sin parar de religión, llevan estampitas de santos en la cartera, o escapularios en el bolsillo, y lucen insignias de cualquier cosa en el ojal de la solapa, lo mejor es ponerse a salvo. La cosa ya es para salir corriendo...

sábado, 14 de noviembre de 2009

MARADONA

Se llama Diego Armando Maradona, pero también es conocido como Pelusa. A quienes conozcan su biografía (magnífica en goles y discutible en todo lo demás) les puede parecer una locura que este pibe bajito, regordete, descompuesto y arrogante sea el Entrenador de la Selección Argentina de Fútbol... Pues se supone que los seleccionadores-entrenadores, por su función representativa, por su obligación de dirigir con acierto, y por su enorme influencia social, deben ser personas equilibradas e intachables: ejemplos vivos, para grandes y pequeños, deportistas o no. Sin embargo, si se piensa bien, no es difícil darse cuenta de la muchísima lógica que hay en el despropósito de que Maradona sea lo que ahora es en el Fútbol argentino. ¿Hay algo más parecido -más coincidente-, en lo bueno y en lo malo, que la biografía del Pelusa y la historia de su propio país?

martes, 10 de noviembre de 2009

UNA PESADILLA


Muchos extranjeros siguen sin saberlo: no saben que el rey Juan Carlos I nunca vivió, ni vive, en el Palacio Real de Madrid. Les cuesta trabajo entender que el monarca no viva donde la Corona sí vive recepciones, actos oficiales, ceremonias de Estado. Se sorprenden cuando descubren que no fue Alfonso XIII, sino Manuel Azaña, el último inquilino que allí vivió con pensión completa... Que Juan Carlos I viva en La Zarzuela, como vive, en las afueras de Madrid, a mí me parece una prueba de inteligencia, más que de prudencia o de humildad... Vivir en el Palacio Real, además de disparatado, sería como vivir en una pesadilla. Pues aquel caserón (el palacio real más grande de Europa Occidental) tiene 135.000 m2 y 3.418 habitaciones... ¿Cómo ser humano -cómo no perder la cabeza- sintiéndose insignificante, o dios, andando todos los días, y a todas horas, por aquellas escaleras, por aquellos salones, por aquellos jardines? ¿Cómo criar hijos mentalmente sanos entre aquel tesoro de muebles, relojes, porcelanas, tapices, armas? ¿Cómo creer en la misericordia divina rezando en aquella capilla? ¿Cómo ser justo y respetable manteniendo mudos los cinco violines de la Colección Stradivarius? ¿Cómo mirar de frente al pueblo inculto y miserable, ingenuo y charlatán, después de ver noche y día a El Greco, Rubens, Caravaggio, Velázquez, Goya, Tiepolo? Juan Carlos I no podría dormir tranquilo en el Palacio Real, recordando que el Alcázar, que estuvo allí mismo hasta la Nochebuena de 1734, sucumbió a causa de un incendio originado en las habitaciones de un criado del pintor Jean Ranc. Ni podría vivir sin saber qué hacer con la proximidad de la Real Biblioteca: 300.000 obras impresas, 4.000 manuscritos, 3.000 obras musicales, 3.500 mapas, 200 grabados y dibujos, 2.000 monedas y medallas... ¿Y con la pintura? ¿Qué haría Juan Carlos I si no pudiera separarse, ni por un instante, de los muchos cuadros del Palacio Real? Fernando VII, que en su tiempo ya tuvo ese problema, y que además prefería decorar el palacio con papeles pintados y con candeleros, como en Francia, optó por decretar la fundación del Museo del Prado. ¡Creó el Museo, y, creándolo, se quitó de en medio la infinidad de cuadros que todavía siguen asombrando a los amantes de la pintura!

sábado, 7 de noviembre de 2009

SUICIDAS

La Historia está llena de suicidas: de gente que con razón o sin ella ha dado la vida por las causas más diversas y contradictorias -por motivos tan opuestos como la cobardía o el heroísmo. En el mundo no hay lugar que se precie donde no haya un monumento al suicidio, colectivo o individual, meritorio o discutible. Los suicidas históricos se recuerdan en piedra, bronce, mármol... siempre ascendiendo, en caballos que vuelan, en nubes doradas... acompañados de pájaros, ángeles, banderas, soles nacientes... La gloria de los suicidas, como la de los santos, no conoce la ley de la gravedad, y por eso se representa subiendo, subiendo, subiendo, siempre subiendo hacia el cielo... La única excepción, ¡en todo el mundo!, se encuentra en el Parque Doramas, de Las Palmas de Gran Canaria. Allí sigue el monumento que "celebra" el heroísmo de los aborígenes guanches que se arrojaron a los barrancos de la isla, para no sentirse vencidos y humillados por la crueldad de los conquistadores. Se trata de una obra de mi amigo, el escultor Manuel Bethencourt, que, por algún motivo, quiso dejar constancia de que la Historia también puede hacerse bajando -cayendo hacia el vacío... ¿Por qué? ¿Por qué Manolo le llevó la contraria al arte universal de engrandecer la memoria de los que se matan por algo o por alguien? ¿Sabía él, desde su lejana juventud, que toda la sociedad canaria se suicidaría, como ahora se está suicidando en muchos aspectos, poco a poco, impotente ante los atropellos de la mediocridad, el oportunismo y la globalización?

miércoles, 4 de noviembre de 2009

UN MUNDO PEOR

Como si no pertenecieran a este mundo confuso y difuso, de crisis inexplicadas y de políticos despreciables, en pocos días, con escasas horas de diferencia, y sin llamar mucho la atención (porque ya no la llamaban, o porque no querían llamarla) se han ido al Más Allá tres seres humanos de primera magnitud -tres ejemplos diferentes, pero enormes, de lo que podían ser las personas cuando las personas aspiraban a ser algo grande y decente: Claude Lévi-Strauss, José Luis López Vázquez, y Francisco Ayala... Ahora, después de las tres defunciones, el mundo en que vivimos es un mundo peor de lo que era.

martes, 3 de noviembre de 2009

PÁJAROS

Cuando estoy en São Paulo y abro la ventana, lo primero que veo es un árbol que no deja de sorprenderme: el tronco caprichoso, que se niega a crecer recto, en vertical; las ramas independientes, desiguales, propensas a dar sombra más que a formar una copa; las hojas grandes y separadas; muchas vainas, que de lejos, mientras se mantienen verdes, se confunden con las hojas... Se trata de un árbol que de repente muda, y que de un día para otro parece más frondoso o menos frondoso, como si no fuese el mismo, o como si hubiese pasado mucho tiempo... Tardé meses en darme cuenta de que las mudanzas se deben a la mayor o menor cantidad de pájaros que haya en las ramas: miles de pájaros verdes, como las hojas, como pintados adrede, todos iguales, que abren las vainas verdes y se comen las semillas con una destreza que asombra... El espectáculo me recuerda que sigo sin saber nada, nada, ni de árboles extraños ni de pájaros miméticos y silenciosos...

En el pueblo en que nací, allá en la isla del viento y del olvido, sólo había un árbol: el eucalipto que mi padre cuidó y defendió hasta la muerte, justo delante de su casa. Era un árbol que a mí me emocionaba, por su soledad y por su belleza contradictoria: por su sombra única, alargada, y por el encanto del millón de pájaros que en él vivían y cantaban... Y un día, sin saber cómo ni de dónde, apareció ante mí, junto al árbol, un lujoso coche descapotable y azul, conducido por un señor bien vestido y afeitado que se hacía acompañar por la mujer más guapa del mundo... "Son gorriones, ¿verdad?" -me preguntó ella, refiriéndose a los pájaros. "No. Son chibís" -le contesté yo, seguro de mi respuesta, y sin saber lo que podría ser un gorrión... Los forasteros se alejaron en el coche, indiferentes, incrédulos, sin entender nada. Pues la palabra chibí sólo la conocen y utilizan (desde entonces...) las gentes viejas de algunos lugares de Canarias. Y yo tardé cincuena años en saber que un chibí no es, no, un gorrión. Es un phyloscopus collybita canariensis.

domingo, 1 de noviembre de 2009

RECIFE


Hay millones de personas (europeas, americanas, asiáticas...) que no tienen la menor idea de la existencia de Recife; que no saben que Recife no es Arrecife de Lanzarote, y sí la capital de Pernambuco; que no imaginan lo grande, bonita e interesante que es Recife; que nunca han oído hablar de la "Venecia Brasileña"... Esas personas viven sin vivir sus vidas por completo, porque nunca han vivido lo mucho que podrían vivir en Recife... No conocen el mundo, porque no conocen los ríos, puentes, islas, que hacen de Recife lo que Recife es... Por eso yo las animo a que despierten de su letargo o de su ignorancia: a que descubran por sí mismas que Recife no es una leyenda inspirada en la sequía y la pobreza. Al contrario, Recife es el resultado de una rica historia de civilización y progreso: de la playa de la Boa Viagem, pero también de las bellísimas iglesias; del Teatro Santa Isabel; del Mercado de São José; de un centro histórico impresionante, equiparable al de la cercana Olinda, que es Patrimonio de la Humanidad por méritos sobrados.