sábado, 7 de noviembre de 2009

SUICIDAS

La Historia está llena de suicidas: de gente que con razón o sin ella ha dado la vida por las causas más diversas y contradictorias -por motivos tan opuestos como la cobardía o el heroísmo. En el mundo no hay lugar que se precie donde no haya un monumento al suicidio, colectivo o individual, meritorio o discutible. Los suicidas históricos se recuerdan en piedra, bronce, mármol... siempre ascendiendo, en caballos que vuelan, en nubes doradas... acompañados de pájaros, ángeles, banderas, soles nacientes... La gloria de los suicidas, como la de los santos, no conoce la ley de la gravedad, y por eso se representa subiendo, subiendo, subiendo, siempre subiendo hacia el cielo... La única excepción, ¡en todo el mundo!, se encuentra en el Parque Doramas, de Las Palmas de Gran Canaria. Allí sigue el monumento que "celebra" el heroísmo de los aborígenes guanches que se arrojaron a los barrancos de la isla, para no sentirse vencidos y humillados por la crueldad de los conquistadores. Se trata de una obra de mi amigo, el escultor Manuel Bethencourt, que, por algún motivo, quiso dejar constancia de que la Historia también puede hacerse bajando -cayendo hacia el vacío... ¿Por qué? ¿Por qué Manolo le llevó la contraria al arte universal de engrandecer la memoria de los que se matan por algo o por alguien? ¿Sabía él, desde su lejana juventud, que toda la sociedad canaria se suicidaría, como ahora se está suicidando en muchos aspectos, poco a poco, impotente ante los atropellos de la mediocridad, el oportunismo y la globalización?

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio