viernes, 12 de junio de 2009

LIBRERÍAS

São Paulo, con sus grandes defectos y sus grandes virtudes, no sólo es la ciudad donde mejor se come en todo el continente americano. También es la ciudad que maravilla (en Europa no se han enterado...) por sus muchas y excelentes librerías. Sin ir más lejos, en el centro comercial que tengo más a mano hay una del Grupo Saraiva ("Cultura, Entretenimiento, Información, Conveniencia & Usted") que sólo en la capital paulista tiene más de veinte, y en todo el Brasil tal vez tenga quinientas... Les hablo de un ejemplo cercano y casual: de una librería tan grande como un establecimiento de El Corte Inglés, en la que uno encuentra todo lo que en este mundo pueda ser imaginado en materia de libros, música, cine, fotografía, informática, prensa, papelería, juguetes inteligentes, etc. Al entrar en ella (vengo de allí) la primera impresión que nos sacude es de incredulidad. Pues cuesta creer que todavía tengamos millones de libros por leer -millones de cosas por ver, oír, disfrutar y entender... Es como descubrir de repente que aún no hemos empezado a vivir... Pero además, por si fuera poco, en esa misma librería somos seducidos por una política comercial que parece concebida por una mente instalada en un planeta envidiable: la idea vulgar de la simple y torpe compra-venta está desterrada; por todas partes hay caros, bonitos y confortables sillones de cuero, para que usted se sienta en su casa, leyendo, oyendo, probando o contemplando lo que le plazca, sin el menor compromiso de tiempo o de dinero; la dificultad de encontrar el libro más raro o más esquivo está resuelta por una especie de cajeros automáticos que nos lo "despachan" al instante; no vale decir que andamos escasos de recursos monetarios, porque las facilidades aparecen como por encanto; ni vale decir, tampoco, que sólo vivimos de madrugada o que residimos en el lugar más apartado, porque para eso está el Servicio de las 24 Horas y de la Distancia... Y si -nunca se sabe- la cultura nos importara poco, y lo nuestro no pasara del deseo de descansar, de tomar una copa, o de encontrarnos con la/el amante de turno, nada mejor, además de los sillones ya mentados, que el delicioso bar que hay al fondo, entre el departamento de Literatura Digital y el de Física Cuántica.

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