domingo, 10 de mayo de 2009

PHOENIX CANARIENSIS

Para ir al Parque (al epicentro de mi vida...) voy por la Alameda Canário hasta la Avenida República do Líbano. Es un buen trecho, que los domingos me obliga a pasar por la feria callejera que se instala en los alrededores: frutas de todos los colores y sabores, botones de todas las formas y tamaños, golosinas enlatadas, bebidas embotelladas, cereales, uniformes, herramientas, discos, verduras, bordados maravillosos, hierbas medicinales, estampitas de santos, quesos del mundo entero, bullicio, alegría incontenible, buen humor, música, trato mucho más que amable...
Entro en el Parque por el portón 7A, que da a la Avenida del Quarto Centenário. Y tengo que atravesar, claro está, todo el Vivero Manequinho Lopes, que me sigue asombrando por su tamanho, diversidad y perfección. Como entiendo poca cosa del mundo vegetal, no consigo imaginar el destino que podrán tener tantas y tantas plantas.
Después de la garita de los vigilantes, el primer letrero que llama mi atención dice lo siguiente: Phoenix Canariensis (Tamareira-das-Canárias). Entiendo que se refiere al semillero de palmeritas que bordea el camino a lo largo de unos quinientos metros. Y supongo que tales palmeritas no son otra cosa que tataranietas de alguna vieja palmera canaria.
Me detengo un poco en la suposición, pero no llego a emocionarme. Un señor que percibe mi interés, o mi desconcierto, se me acerca y sin cualquier rodeo me explica que la Phoenix Canaiensis, "una palmera rústica y bella, capaz de levantar edificios con sus raíces", pertenece a la familia de las Arecaceae, es de la división Angiospermae, tiene su origen en las Islas Canarias, y su ciclo de vida es perenne... Y, por si fuera poco, me ilustra sobre la situación geográfica de tales islas, en la costa de África, cerquita de Marruecos... Y me cuenta que en una de ellas, La Gomera, hacen "miel de palma" del suculento líquido que le sacan al tronco de la tamareira que nos ocupa...
Sin nada que decirle ni que reprocharle a mi sabio instructor, me adentro en el Parque, que es como adentrarme en mis sueños más hondos y lejanos: la palabra Ibirapuera me sigue estremeciendo; los árboles de copas gigantes y raíces descomunales siguen estando donde mismo estaban; los lagos tienen sus aguas más limpias; la seguridad es infinitamente mayor; todo está más cuidado; desaparecieron las prostitutas que vendían su horror detrás de cada tronco...
Pero la gran novedad es la muchedumbre salida de un progreso sorprendente: gente bien alimentada corriendo y corriendo para perder peso; jovencitas mostrando cuerpos de última generación; ancianos haciendo deporte; mujeres hablando de viajes caros y de perfumes difíciles de pronunciar; bicicletas de lujo; niños, muchos, muchos niños, amados com pasión para que no dejen nunca de ser felices...

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