domingo, 12 de abril de 2009

CANAL BRASIL

Los españoles que vivimos con el corazón partío -con un pie y media vida fuera de España-, a veces no sabemos de dónde somos, ni si somos de todas partes y de ninguna. Por eso, entre otras cosas, la televisión nos atrae con desconcierto y nostalgia en las largas y lejanas noches de Miami, Santiago de Chile o Río de Janeiro. Ahora, gracias a la transmisión por satélite, siempre tenemos a nuestra disposición, en cualquier lugar del planeta, doscientos o trescientos canales que nos permiten estar y no estar, ser y no ser.

Tratándose de ser, sin poder estar, lo que uno quisiera encontrar es una Televisión Española que no nos avergüence: que se parezca un poco, en algo, a las televisiones de Francia, Alemania, Italia, Portugal, que llegan a todas partes. Pero, por desgracia, no es eso lo que sucede. Por alguna extraña incompetencia, o por alguna maldad inexplicable, TVE está empeñada en dejarnos en ridículo frente al mundo. Lo que nuestro ente público divulga en las Américas se parece mucho a lo que sería la basura de lo que divulga en la propia España, que ya es, como todos sabemos, difícil de soportar.

Huyendo de ese desastre patrio; buscándome a mí mismo en mi nueva casa de São Paulo; queriendo no confundir mi querida Quinta de la Fuente del Berro -¡vecina de El Pirulí!- con mi cercano Parque de Ibirapuera; deslindando la noche madrileña del amanecer paulistano, he vuelto a repasar, a lo largo de la Semana Santa, uno por uno, los que, a mi juicio, son los mejores canales de televisión de la Tierra. Y la sorpresa ha sido grande. Pues al mejor de todos, que ya me era conocido, y que se llama Canal Brasil, nunca le había prestado la atención que merece.

Canal Brasil es un milagro televisivo que se define a sí mismo como "o canal da cultura e da alma brasileiras". ¡Cultura y Alma! ¡Alma y Cultura! Algo así como un país abierto en canal, mostrando sus entrañas, tal cual ellas han sido y son, sin rodeos estéticos ni literarios, y sin la absurda interferencia de locutores o presentadores que puedan robar protagonismo a la viva realidad... Un reportaje sin fin, continuo, emocionante, en el que fluyen juntas y revueltas las esencias decisivas del ser o no ser, que por ser verdadero es único, indivisible e imperfecto, además de grandioso: literatura de cordel, diplomacia, selva, conocimiento, sociología, rascacielos, música, injusticia, heroísmo, corrupción, alegría, pobreza, solidaridad, petróleo, poesía, dengue, política, sueños, carnaval, religión, belleza, progreso, tradición, ciencia, tecnología, deseos infinitos de vivir más y mejor...

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