lunes, 25 de agosto de 2008

MADARIAGA

Salvador de Madariaga y Rojo, que nació en La Coruña, a punto estuvo de ser militar, como Francisco Franco Bahamonde, el otro gallego, que nació en Ferrol. Simples y extrañas coincidencias. Porque al final, y para que nadie se llame a engaño, el primero acabó falleciendo en el exilio de Locarno (Suiza) y el segundo está enterrado, hasta hoy, en el Valle de los Caídos. Una diferencia abismal. Un disparate histórico de la España cruel, donde unos mueren y otros caen...

Levantaron aquella cruz que asusta, que quita las ganas de ir a El Escorial, y nadie levantó nunca un monumento decente, discreto, al sabio elegante, civilizado, que fue capaz de decir tres cosas monumentales:

- Los hombres no son, ni pueden ser, iguales.

- Los hombres no nacen, ni son, ni pueden ser, libres. Quien diga lo contrario es que no sabe cómo llegan al mundo los bebés...

- Nada serio puede hacerse sin orden. Y para que haya orden se necesita la fuerza. Y -hay que saberlo- los que administren la fuerza siempre tenderán al abuso.


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