jueves, 20 de septiembre de 2007

JURUMIRIM

Creo que fue el 4 de marzo de este mismo año, cuando, en este mismo blog, publiqué aquella nota -El Centro del Mundo- en la que les conté lo que sucedió cuando don Paco de Armas, mi maestro, me puso en un apuro preguntándome por la existencia del Mar de Bering. ¡El buen hombre quería que yo, así por las buenas, supiera dónde estaba el Mar de Bering!

Pero ahora, sesenta años después, soy yo quien pregunta: ¿Dónde está la Represa de Jurumirim (se pronuncia Jurumirím), una especie de "mar interior", de 449 kilómetros cuadrados, con un volumen de agua que cuadruplica el de la Bahía de Guanabara?

Lo de Jurumirím viene del tupí y significa "hoz pequeña". Yo lo sé porque por allí tuve un sueño, hace ya unos treinta y cinco años. Entonces me tocó dirigir la planificación turística integrada (la primera vez que eso se hacía en América...) de un lugar llamado Piraju (pronunciado Pirajú). Y planificando planificando, soñé que algún día, en aquel pueblo, y en todos los pueblos de las orillas de la gran represa, surgirían paraísos con nombres desconocidos por los turistas del otro lado del mundo: Avaré, Paranapanema, Itaí, Cerqueira César, Arandu, Tejupá, Taquarituba, Itatinga, Angatuba, Piraju...

Pero me alejé, y el sueño se quedó en el olvido de la distancia. Hasta que, el otro día, unos amigos muy amigos, de los que ya no quedan, me llevaron de vuelta al pasado (o al futuro, según se mire). Y lo que vi me deslumbró: un importantísimo desarrollo turístico, silencioso, tranquilo, auténtico, amable, generoso, de alta calidad, que no recibe, ni espera, a las muchedumbres despistadas que siguen tropezando con el frenesí del Caribe, o de los litorales masificados.

Explicar lo que se siente cuando lo soñado se hace realidad, no es fácil. Y por eso no lo explico. En vez de explicarlo voy a vivirlo. Quien quiera acompañarme, que tome nota: nos vemos en Sorocaba, o en Araçoiaba da Serra, o en la mismísima Paranapanema. Cualquier día. A cualquier hora, que para eso la temperatura es deliciosa.

viernes, 14 de septiembre de 2007

ESPAÑITAS

De repente, al finalizar la primavera de este extraño 2007, España se me atragantó. De pronto me pareció pequeñita e irritante. Algunos amigos vieron en mí algo parecido a la depresión. Otros pensaron, sin decirlo, que también yo, como todo el mundo, estaba pasando por el paso de los años. Pero no, los tiros iban por otro lado. ¿Sería el espectáculo grotesco de la política? ¿Sería la decadencia del fútbol? ¿Serían los jóvenes, con esas gorras puestas al revés? ¿Sería la televisión, con sus mentiras y estupideces? ¿Serían los periódicos, cargados de regalitos idiotas? ¿Sería la vulgaridad general básica, que inunda calles y mentes? ¿Sería el terrorismo, la delincuencia, la inseguridad?

A mi alrededor, los árboles inmensos seguían regalando sombra y belleza; los pavos reales de la Fuente del Berro seguían paseando por mis cercanías; las guarderías del barrio, llenas de niños ricos y saludables, seguían almacenando alegría... Pero yo, pobre de mí, no encontraba la respuesta. Yo no conseguía saber por qué España me aburría. Y entonces decidí alejarme -distanciarme de la trapisonda cotidiana. Volví a darle vueltas al mundo, dando conferencias, asesorando intereses legítimos, plantando iniciativas, dejándome querer...

Y yendo de un lugar para otro he pasado un verano casi feliz. Sin aburrimiento. Sin esa contrariedad que me estaba mortificando. ¿Por qué? ¿De dónde vino esa serenidad, si en todas partes cuecen habas? ¿Por qué me he sentido mejor, si ya no hay países que no se parezcan a esta España de pantalones vaqueros? ¿Qué diferencia hay entre el insufrible aeropuerto de Barajas y cualquier aeropuerto de cualquier lugar que se precie?

Regresé tranquilo, físicamente agotado, y sin respuestas. La respuesta la encontré esta mañana, viendo de nuevo, escuchando otra vez, como si fuera la primera vez, lo que no se ve ni se escucha en ningún otro país que no sea éste, o, tal vez, Bélgica. ¿Lo adivinan?

Lo que me aburría y me aburre, lo que no soporto, es esa cosa delirante que lleva a los españoles, de día y de noche, todos los días, por todos los medios, a intentar demostrar, con violencia o con estupidez, que España no existe... ¡Los españoles no quieren ser españoles! ¡Quieren ser lo que no son! ¡Quieren ser de países inventados, sacados de la manga, chiquitos, con banderas bordadas de odio y frustración!