sábado, 16 de febrero de 2008

NUEVA YORK

Maestro Domingo nació en Lanzarote y murió en Lanzarote. Nunca salió del Archipiélago Canario. No emigró cuando todos los canarios emigraban. A la Península nunca fue, ni por necesidad ni por curiosidad. No le interesaba. A Gran Canaria fue a estudiar en el seminario, pero no con la intención de ser cura, y sí de adquirir cultura general y de aprender música y latín. El servicio militar lo hizo en el Puerto de La Luz. Lo movilizaron cuando estalló la guerra civil, pero no tuvo que ir al frente de batalla, ni le pasó por la cabeza la idea de matar gente -se quedó haciendo guardias y bebiendo vino de La Geria en el castillo de San José, en Arrecife.

Sin embargo, tenía interés por el mundo y conocía el mundo. Para conocerlo más y mejor que cualquier lanzaroteño de su tiempo, nunca dejó de coleccionar tarjetas postales, folletos turísticos, mapas, recortes de revistas, planos de ciudades, libros de geografía, enciclopedias... Con el tiempo y una montaña de papeles llegó a saber con soltura los nombres de los barrios, de las calles, de las plazas, de ciudades como París, Londres, San Francisco, Venecia, Buenos Aires, México, Madrid, El Cairo... Sobre palacios, museos, monumentos, no se podía discutir con él, porque se sabía de memoria todos los pormenores, de todos los que había en el mundo más o menos conocido...

Pero un buen día, el bueno de Maestro Domingo fue tentado por los misterios de la lejanía: por un lugar llamado Tazacorte, que quedaba nada más y nada menos que al oeste de la isla de La Palma. Véase un mapa de las Islas Canarias y se verá que la aventura no era poca, para la época, y para un hombre que detestaba el riesgo, la improvisación y la incomodidad. Para ir de su casa, en la Villa de Teguise, en Lanzarote, hasta la casa de su hermana, en Tazacorte, en La Palma, Maestro Domingo tuvo que andar unos once kilómetros por tierra, hasta Arrecife; y desde Arrecife, navegar mucho, en diversos barcos, hasta Fuerteventura, hasta Gran Canaria, hasta Tenerife, hasta La Gomera, hasta Santa Cruz de La Palma; y, desde Santa Cruz de La Palma, atravesar la belleza palmera, andando otra vez por tierra...

Los misterios de Tazacorte no eran muchos, pero eran fascinantes. Por su puerto salían los plátanos que se exportaban para Inglaterra. Y, para que salieran, un inmenso artilugio mecánico, que parecía un invento de Julio Verne, los embarcaba en aquellos barcos que eran capaces de llegar hasta Londres sin hacer escalas... Desde los riscos más altos de Tazacorte, Maestro Domingo descubrió la increíble anchura del Atlántico... Descubrió que el horizonte no era una línea recta, allá lejos, sino una línea perfectamente curva... Descubrió que aquellas luces que en las madrugadas salpicaban la negrura del mar, eran las luces de Nueva York... No podían ser de otro lugar, porque sólo en Nueva York, que con sus rascacielos quedaba del otro lado del océano, existían luces que pudieran parpadear a tanta distancia...

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