domingo, 20 de enero de 2008

ALIANZAS


En aquel tiempo, que parece que fue ayer, a Manuel Fraga Iribarne se le ocurrió fundar un partido político con el nombre de Alianza Popular, que acabó -todo el mundo lo sabe- cómo está acabando, de forma atropellada y llamándose de otra forma. Y, recientemente, el presidente Rodríguez Zapatero, hombre llegado de las vacías llanuras castellanas, tuvo la idea de otra alianza: Alianza de Civilizaciones.

Es ésta Alianza, la de Zapatero, y no la de Fraga, que se fue por otro camino, la que acaba de celebrar en Madrid su primer Foro: un Foro, todo sea dicho, y aunque algunos digan lo contrario, sin mucho éxito aparente. Pero coincidiendo, oh casualidad, con la celebración de la Ashura, la fiesta chií, sobre todo en Karbala, un lugar remoto escasamente parecido con la capital de España.

La Ashura viene a ser algo así como la fiesta de los oprimidos, y por lo visto implica duelo y sacrificio. Sí, sí, una fiesta con duelo y sacrificio... que se celebra para recordar el martirio del imán Hussein, nieto y legítimo sucesor del profeta Mahoma. La forma de celebrarla -el espectáculo está en todos los noticiarios de todos los canales de televisión- es de lo más interesante: multitud de peregrinos golpean sus pechos al ritmo de tambores y plegarias; se flagelan con cadenas; se abren las cabezas con machetes, espadas y otros instrumentos cortantes, hasta encharcarse de sangre... Y, para que la fiesta sea más festiva, durante la Ashura suele haber matanzas entre grupos de creyentes... Esta vez han sido siete los muertos por mortero en el norte de Irak; ochenta muertos por combates en Basora y Nasiriya... La celebración de estos días, qué lástima, no llegó ni a los 300 muertos del año pasado...

Quien piense que la Ashura es un ejemplo insuficiente de civilización a tener en cuenta, está equivocado. Pues hay mil ejemplos más que permiten hacerse una idea de la enormidad del islamismo. Sin ir más lejos, el drama de Palestina: sepárese el puro conflicto con Israel y obsérvese la matanza continuada, atroz, entre los propios palestinos...

O, más fácil y más claro: ábrase el mapa de la Tierra y véase, sin ninguna dificultad, que donde hay islamismo hay muerte. A más islamismo, más muerte. ¿Casualidad?

Por todo eso, yo le deseo suerte al señor Rodríguez Zapatero, al primer ministro turco, y a ese hombre pequeño, asiático, de ojos pequeñitos, que ahora se mueve por el mundo como secretario general de la ONU. Pues yo -lo juro, pueden creerme- no alcanzo a entender cómo se puede hacer una Alianza aliada entre el cultivo de la muerte y la defensa de la vida, entre el fanatismo religioso y el laicismo, entre la negación y la afirmación de los Derechos Humanos.

¿Se entenderá conmigo quien no se entiende con su hermano? ¿Soy yo, pobre de mí, el que tiene que ceder, renunciando a mí mismo y dejándome llevar por una secta islámica? ¿Qué tiene Alá contra mí, si ni siquiera me conoce? ¿Por qué son héroes, salvadores, profetas, los que matan inocentes en los trenes de cercanías?

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