martes, 25 de diciembre de 2007

EXAMEN DE CONCIENCIA

Como si el día de hoy no fuera el día que es, 25 de diciembre, fiesta de no sé qué, salí tempranito, como de costumbre, a dar un paseo por mi parque amado y por mi barrio de gente sabia. Y me encontré con un silencio impresionante -con un mundo dramáticamente vacío de ruido y de seres vivos. La casa de la infanta Elena amaneció escondida detrás de una muralla verde, que ahora la separa de los fotógrafos miserables y de las miradas indiscretas. Dentro del coche negro que la vigila, los dos policías de guardia parecían muertos de frío. Y en el parque, ni un alma... Sólo por la pasarela que atraviesa la M30 un anciano se alejaba con su perro. Y del otro lado, yendo hacia el barrio de Salamanca, un barrendero solitario no sabía qué hacer con las montañas de basura que sobraron del derroche de anoche... ¿Pan? No. Ni pan, ni periódicos, ni siquiera farmacias... El Madrid de esta mañana es un Madrid abandonado -una ciudad que, por algún misterio, por alguna guerra o epidemia, se quedó sin habitantes...

Y entonces, como si de verdad me hubiera quedado solo en este país que, por lo visto, debe de estar durmiendo treinta o cuarenta millones de borracheras, regresé a mi casa sin pan, sin periódicos, sin colchimax, y con la cabeza llena de inquietantes preguntas: ¿Por qué España es tan española? ¿Por qué, desde hace tres siglos, España se viene destruyendo a sí misma, de fuera para dentro; de la periferia para el centro; de las colonias para Castilla? ¿Por qué aquí odiamos tanto a la inteligencia? ¿Por qué, también, odiamos tanto a los políticos, si a la vez elegimos siempre a los peores? ¿Cómo es posible que el pueblo español siga existiendo, trabajando, produciendo, actuando, sin que nadie lo quiera ni él tenga, de verdad, a quién querer? ¿Por qué nos disfrazamos de campesinos, bebemos como campesinos, y cantamos como campesinos, para celebrar cualquier cosa que parezca progreso? ¿Quién, ahora mismo, está liderando esta espesa masa de gente que consume, come, se emborracha y duerme? ¿Dónde está la cabeza capaz de pensar en la razón de ser de la España de pasado mañana?

Contuve el sobresalto cuando recordé que tengo España Invertebrada, de Ortega y Gasset, entre mis cinco libros de cabecera. Teniendo a mano ese libro -ese ensayo de ensayo, como él decía- el peso de la España del odio, de la oscuridad y de la desintegración es más llevadero. Pues sirve de consuelo saber que un sabio tan lúcido ya sufrió por ello, hasta encontrar todas las respuestas, y ponerlas, como si las hubiese puesto ayer, hoy mismo, en menos de cien páginas magistralmente escritas.

Al final, todas las preguntas se hicieron una en mi cabeza: ¡¿Cómo se puede conocer España, y entender a los españoles, sin nunca haber leído el librito maravilloso, tremendo, que nos dejó Ortega?! ¿Lo han leído todos los que ahora mandan, o quieren mandar, en este país? ¿Lo han leído esos jóvenes insolentes que reclaman más y más derechos, sin jamás hablar de más deberes?

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