domingo, 4 de noviembre de 2007

NOVELAS

Algunas, de las muchas novelas que sigo teniendo en la cabeza, y que nunca escribiré del todo, empezarían así:

Ella, alta y delgada, solamente leía libros gruesos de tapa dura. Y él, bajito, rechoncho, sólo leía periódicos deportivos o ejemplares de prensa gratuita.

Como sólo tomaban baño los domingos por la mañana, sólo hacían el amor los sábados por la noche, al acabar de cenar.

Era como era, flaco como el mástil de la bandera, porque nunca comió otra cosa que espárragos. Vivió toda la vida, aunque parezca mentira, sin comer otra cosa que espárragos. Sólo espárragos. Y a veces, muy de cuando en cuando, en fechas señaladas, algún tomate sin sal. Hasta que un día lo echaron del banco donde trabajaba como director, porque no pudo justificar, como gasto de representación, una factura de millón y medio de pesetas por compra de espárragos.

Había soñado, desde muy joven, con tener una novia mulata. Pero sólo la tuvo después de haber cumplido los cincuenta años de edad y de haber publicado dieciocho libros sobre literatura oriental. Media vida perdida. Media vida sin amor apasionado. Pero al final, todo hacía pensar que la tardanza había valido la pena. Pues la mulata que encontró, además de ser casi una niña, perfectamente virgen, era de una belleza sobrecogedora. Hasta que una noche de luna, desnudos, tendidos en la cama, el literato catalán observó que los pelos del pubis de su adorada y joven brasileña eran blancos: ¡canositos como la cabellera marchita de un anciano cualquiera!

Eran tiempos difíciles, hasta para Nicolás, que era jefe local de Falange. Y no sólo porque la guerra civil había dejado un rastro terrible de hambre y de terror. También porque la esposa del falangista se quedaba preñada cada vez que lavaba los calzoncillos del marido azul.

No le gustaba leer. Sin saber qué hacer con sus propias ideas, las ideas escritas por los demás sencillamente no le interesaban.

Como el pueblo, tan bonito, se llamaba Teror (que todo el mundo pronunciaba Terror, como si fuese un infierno), y la patrona del lugar era la Virgen del Pino, el alcalde, lógicamente, se llamaba Juan de Dios y era del PSOE.

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