jueves, 31 de enero de 2008

EL BIEN MAYOR

Hoy he vuelto a sentir miedo viendo y oyendo a un obispo: al apasionado obispo portavoz de la Conferencia Episcopal, Juan Antonio Martínez Camino, que se me apareció, arrebatado, predicando lo que, "por el bien mayor", debe ser el voto de los españoles en las elecciones del próximo 9 de marzo. Un susto. Susto, por lo que ese representante de Dios decía, y por cómo lo decía. Decía cosas que me sonaron a simple provocación política -que parecían dichas con la única intención de agrandar el abismo que recuerda cada día más aquello de las dos Españas... Y no pude evitar la tentación de volver a las páginas donde Julián Marías intenta explicar la locura de la Guerra Civil:

"El proceso que se lleva a cabo entre los años 31 y 36 (y, si se quiere mayor precisión, de 1934 a 1936) consiste en la escisión del cuerpo social mediante una tracción continuada, ejercida desde sus dos extremos. Ese torso de la sociedad, que poco o nada tenía que ver con esos grupos extremistas, en lugar de rechazar sus pretensiones, desentenderse de ellos y dejarlos fuera del juego político (reducirlos a lo que en inglés se llama the lunatic fringe, "el fleco demencial"), se dejó dividir, siguió, con mayor o menor docilidad, a los dos fragmentos que no querían convivir con los demás.

¿Cómo se ejerció -y se ejerce casi siempre- esa tracción? Mediante una forma de sofisma que consiste en la
reiteración de algo que se da por supuesto. Cuando los medios de comunicación proporcionan una interpretación de las cosas que ni se justifica ni se discute, y parten de ella una vez y otra como de algo obvio, que no requiere prueba, que, por el contrario, se usa como base para discusiones, diferencias y hasta polémicas, los que reciben esa interpretación se encuentran desde el primer momento más allá de ella, envueltos en análisis, procesos o disputas que precisamente implican su previa aceptación. Todas esas discusiones, que no se rehúyen, sino se fomentan, tienen justamente la misión de distraer de esa aceptación que se ha deslizado fraudulentamente y sin crítica, por un simple mecanismo de repetición y utilización como base de toda discusión ulterior. Los dos elementos (repetición y utilización) son esenciales; el primero produce una especie de "anestesia" o de efecto "hipnótico"; el segundo "pone a prueba" la tesis que interesa, de una manera sumamente curiosa, que no es probarla, demonstrarla o justificarla, sino hacerla funcionar. Se sobrentiende que su funcionamiento es prueba de la verdad. Si con esta idea como guía se hiciese un examen atento de lo que se dijo en España durante los dos años anteriores a la guerra civil por parte de los que habían de ser sus inspiradores y conductores, me atrevo a asegurar que se aclararía una enorme porción de aquel complicado proceso histórico. (Y si con el mismo método se echase una ojeada a la situación actual, probablemente se obtendría claridad suficiente para evitar en el futuro diversos males cuya amenaza es demasiado evidente.)"

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