domingo, 1 de abril de 2007

AREILZA (1)

Estaba claro. Yo no había nacido para la política, por mucho que hubiera llegado a pensar lo contrario durante mucho tiempo. Sentir de forma directa los ataques a veces despiadados de los enemigos políticos y de los medios de comunicación, me enfermaba. Ver cómo lo particular se hacía público, cómo lo privado era aireado por cualquiera, resultaba demasiado para mí. Por cada ofensa recibida me daban ganas de matar a alguien. Y por eso no entendía a Areilza, que era capaz de mantener la calma después de leer los más duros ataques publicados contra su persona por muchos y muy influyentes periódicos. "¿Cómo lo consigues?" -le preguntaba yo al conde. Y el conde me contestaba: "Se consigue leyendo el nombre del autor antes de leer los disparates que pueda haber escrito. Si quien escribe es un periodista, no hay que preocuparse. Pues hay que saber que un periodista es lo que es: un periodista. Y si quien escribe no es periodista, hay que ver si aparece en la Enciclopedia Británica. Si no aparece, es como si no existiera".

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