PARLAMENTO EUROPEO
En la capital belga, como todo el mundo sabe, existe el Parc Léopold. Aquello, hasta finales del XIX, no era otra cosa que una finca particular con problemas de higiene, por causa de un río contaminado que ahora está cubierto. Y fue Ernest Solvay -¿se acuerdan?- quien transformó los terrenos improductivos en parque científico, con zoológico, cinco centros universitarios, la Biblioteca, etc. Fue él, sí, quien organizó allí aquellos célebres encuentros entre los más grandes de la Ciencia de entonces, como Einstein o Marie Curi, sin ir más lejos, para hablar con soltura de lo que sólo ellos sabían.
Pero un día -no sé si bueno o malo, con sol o con lluvia-, y por el lado de la rue Wiertz, a alguien se le ocurrió quitarle un buen pedazo al Parc Léopold, para dar cabida en él a una parte importante del monstruo de acero y cristal que se iba apoderando del barrio, hasta entonces inocente. El Parlamento Europeo no podía crecer en la dirección opuesta porque se lo impedían las vías férreas que pasaban por la estación de Luxemburgo.
Hasta que otro alguien tuvo otra ocurrencia: meter las vías y la estación en un atrevido túnel, y convertir en enorme y carísimo solar todo el espacio existente entre la rue Wiertz y la rue de Treves. Esfuerzo éste que resultó insuficiente, porque el monstruo, teniendo más suelo creció más, hasta atropellar el delicado equilibrio provinciano de la Place du Luxembourg con una pasarela curva, aérea, que tiene mucho de disparatada.
En el interior del Parlamento Europeo se puede vivir perfectamente, para siempre, porque allí, como ya dije, hay de casi todo -desde bancos a peluquerías, desde supermercados y restaurantes a farmacias y limpiabotas. Sólo no hay un hotel (...) donde puedan descansar los políticos y funcionarios que desfallecen de tanto ir y venir por todo el mundo.
Se trata, como ven, de un universo muy particular, o tal vez muy extraño, donde se improvisan en cualquier rincón exposiciones de barquitos de vela, o de arte azteca, o de vinos jerezanos, o de fotografías relacionadas con los horrores del Este. Todo vale. Allí todo se mueve, como por encanto, siempre que sea para bien.
Pero lo más importante del Parlamento Europeo son la Palabra Traducida y el Conocimiento del Vecino. Aquello, amigos míos, es el Alma de un mundo mejor, apasionante, que todavía está naciendo. Por eso, los que allí nos representan deberían ser tratados de otra forma, más respetuosa y más agradecida.
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