TAXISTAS
Pero ahora -que Dios nos coja confesados- los taxistas de Madrid son insoportables. Para empezar, no esconden su agresiva petulancia. No conocen su oficio ni conocen la ciudad. Están llenos de algo bastante parecido al resentimiento. Maltratan a todo aquel que tenga un aspecto o un acento diferente. Y si pueden, engañan al más pintado. Dan vueltas y más vueltas para ir de una esquina a la otra. Fingen que se equivocan, para cobrar más de la cuenta. En vez de informar, confunden con muy mala leche.
Llegar a Barajas, después de largas horas de vuelo, se ha convertido en una prueba de fuego -de autocontrol- para los que tenemos que aguantar las impertinencias de esos sujetos del volante, que, en vez de ayudarnos, nos cobran para ponernos los nervios de punta, con su comportamiento y con sus discursos sobre todo lo divino y lo humano. Pues, para colmo, no paran de disparatar sobre política, fútbol, economía, seguridad, clima, inmigración...
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