domingo, 22 de julio de 2007

ZAPATEROS

Eran peligrosos porque pensaban demasiado: porque trabajaban sentados, callados, con la cabeza llena de profundas reflexiones...

Eran ocho hombres, ocho zapateros, sentados alrederor de una mesa cuadrada, grande y baja, siempre cubierta de herramientas, hormas, zapatos. Y, a sus espaldas, el cuarto estaba abarrotado hasta el techo de más zapatos, rollos de suela, zapatos viejos, tapas de goma, zapatos remandados, tarros de pegamento, zapatos por remandar, ovillos de hilo, zapatos nuevos, hormas, tacones, zapatos rotos, punteras, zapatos, mandiles... El olor era fuerte, mezcla de olor a cuero, a pegamento, a sudor, a cosa vieja, cansada, y un poco entrañable. Los lunes no trabajaban porque tenían que dormir las borracheras del fin de semana. Pero de martes a sábado, durante cuarenta años, allí habían trabajado de la misma manera, sentados de la misma manera. Se pusieron viejos, allí, sentados de la misma manera, trabajando de zapateros, a veces remendones, a veces artesanos finos. Y como en el mundo no pasaba nada, de nada tenían que hablar, allí sentados, alrededor de la mesa, envejeciendo, durante años, lustros, décadas. A veces soñaban en voz alta: de lo que harían si la lotería les tocara; de si les tocaría, vete tú a saber, la lotería; de si la suerte llegaría de repente, así por las buenas, cabrona, sin ser esperada... Pero soñar en voz alta no era lo mismo que hablar. Hablar era otra cosa. Y no tenían de qué hablar, porque lo que tenían que decir lo decían sin palabras. Les bastaba una mirada para pedir la lezna; una sonrisa para pedir fuego; un movimiento de cabeza para decir sí o no. Inventar argumentos que no fueran sueños y que dieran de qué hablar, era cosa difícil. Y entonces inventaron un idioma para decir las mismas cosas que decían con la mirada, con la sonrisa o con el movimiento de cabeza. Parecía una tontería pero no lo era. Pues se trataba de recuperar el placer de utilizar la inteligencia, las sílabas, los sonidos... Resultó un idioma disparatado, pero perfectamente comprensible: Lestósica paró, por ejemplo, quería decir date prisa. Bulística testádica significaba vamos a comer. Por fróstico próstico había que entender vete al carajo. Y así sucesivamente...

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio