sábado, 13 de octubre de 2007

MARUCA

Entonces, después de tanto tiempo, cuando la vida en Gran Canaria llegó a parecer un mal sueño, Carmencita, la única vecina con ambiciones, se fue haciendo cargo, poco a poco, de los padecimientos de Maruca, de la casa de Maruca, de las cuentas de Maruca, de todo lo que era de Maruca... Y cuando Maruca se convirtió en una muerta que se empeñaba en seguir respirando, Carmencita no tuvo otro remedio que llevarla al hospital: a todos los hospitales de pago y de la Seguridad Social. La llevaba al hospital, le daban el alta, volvía a recaer, la internaba de nuevo, alta, para casa, que me duele, al hospital, alta... Y Maruca no se moría de una vez, porque era hija, nieta, bisnieta y tataranieta de lanzaroteños que por costumbre habían vivido siempre hasta más allá de los cien años, con independencia de cualquier enfermedad. En Las Palmas decían que aquella gente de Lanzarote se moría por morirse, cuando ya estaba cansada de vivir, o de padecer dolencias, y no porque le llegara la hora así como así. Increíble. Carmencita se aburrió. Y aburrida, un día llamó a la ambulancia, del mismo modo que tantas veces la había llamado, para llevar a la enferma a la Clínica del Pino. La llevó. Y, esta vez, hasta tardaron en darla de alta. Sólo le dieron el alta el sábado al atardecer. De nuevo la ambulancia, con sirena y todo. Pitando como siempre, escandalizando, saltándose los semáforos, llegaron a la plaza donde estaba la casa de Maruca cuando el supermercado ya iba a cerrar. Y como el enfermero, que también era el conductor, tenía que comprar no sé qué, le pidió a Carmencita que fuera bajando a la vieja que nunca se moría, de la misma forma que tantas veces la había bajado con tanta maña... Cuando el enfermero volvió a la ambulancia, con la compra en una bolsa de colores, ni Carmencita ni Maruca estaban ya por allí. Y se fue tan contento, sin enfermos a la vista, porque sólo volvería a trabajar el lunes a las nueve... La ambulancia pasó el fin de semana a la intemperie, en una calle perdida del barrio de Tomarviento. Y el lunes, cuando otro enfermero-conductor la llevó a la gasolinera, para darle una lavada y ponerla a punto, se encontró con una muerta debajo del asiento trasero...

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