Fue Michel Adanson, el botánico francés que pasó por la Islas Canarias en 1748, y que permaneció en la vieja colonia de Senegal hasta 1753, el que, antes de morir pobre en París, divulgó en Europa por primera vez la existencia y las características del
baobab. Es por eso por lo que la ciencia llama
Adansonia al mismo árbol.
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La cosa se complica cuando descubrimos por nuestra cuenta que hay ocho especies de
Adansonias, y que cada especie tiene varios tipos. Y como resulta que yo no entiendo nada de botánica, ni quiero aburrir a nadie, lo que digo es que me he llevado una enorme y grata sorpresa conociendo de cerca unos cuantos
baobabes enormes, de la especie
Adansonia digitata, endémica en las zonas semiáridas del sur del Sahara. Lo de
digitata ("con dedos") viene de que las flores blancas de estos árboles tienen forma de mano. Producen un fruto que parece un melón pequeño. Llegan a tener hasta 25 metros de altura, con troncos que pueden alcanzar los 40 metros de perímetro. Algunos tienen más de 4.000 años de edad...
En Sudáfrica existe la Orden del Baobab, que distingue con su Medalla a los ciudadanos más honorables. Esa Orden justifica su existencia con argumentos contundentes:
"El baobab, el árbol tropical de África, es símbolo de resistencia, tolerancia, vida comunitaria y longevidad. Valorado también como manifestación de vitalidad, es un árbol dotado a la vez de propiedades mágicas y utilitarias: nos proporciona fibra para nuestra ropa y para nuestras cuerdas y lazos, fruta y combustible, entre otros productos. El baobab se distingue por su estatura y por la apariencia de que crece
de arriba para abajo. Desde hace siglos, para las comunidades africanas ha sido tradición celebrar sus reuniones junto a él
".
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