sábado, 20 de diciembre de 2008

EURODIPUTADOS

A los afiliados más incómodos (generalmente los más preparados y valiosos) los partidos políticos españoles los convierten en eurodiputados. Los mandan a Bruselas, para quitárselos de encima, como si Bruselas fuese una especie de destierro lejano. Embajadores en el Purgatorio. Y así, la democracia hispana, tan necesitada de talentos, avanza sin pausa por la vereda de la mediocridad. El mundo al revés. No mejora la política nacional, porque la controlan cada vez más los más impresentables, y no mejora la política comunitaria porque los eurodiputados se sienten subestimados.

Los ciudadanos (los votantes) tendrían que reflexionar sobre lo que estoy diciendo. Pues, con los mismos representantes, si fuesen mejor aprovechados y más respetados, podríamos tener una España más soportable y una Europa más europea. Aquí se elevaría el listón del conocimiento y la dignidad, y en el continente habría más entendimiento y más unidad.

Lo de aquí es fácil de entender con la simple comparación de algunos nombres y de algunas fotografías. Y lo continental también podría entenderse si se tiene en cuenta que la Unión Europea no es otra cosa, en la práctica, al fin y al cabo, que el resultado de la relación personal cultivada durante años y años, por eurodiputados y mandatarios en general, en los pasillos de Bruselas.

Cada vez que un nuevo eurodiputado llega por primera vez a la capital de Europa, la Unión Europea vuelve a reinventarse. Cada vez que un veterano eurodiputado abandona Bruselas, el tesoro de la comprensión y del entendimiento en el Viejo Continente se tira un poco a la papelera...

Hay eurodiputados que, por el bien de Europa, jamás deberían abandonar el Parlamento Europeo. Pues, teniendo a veces origen provinciano, han llegado a tener verdadera conciencia continental -a conocer, entender y asumir la compleja realidad de todos los rincones de la Patria Grande, que es grande porque es diversa, milenaria y políglota.

Y hay eurodiputados que, sirviendo a Europa, han conocido en persona a los líderes de medio mundo, y han aprendido a entreabrir las puertas del mundo entero. ¿Para qué sirven esas experiencias colosales, si se pierden a la vuelta de cualquier estupidez electoral? ¿Cómo se "archiva", en democracia, ese saber intransferible?

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