sábado, 13 de diciembre de 2008

CALLEJÓN DEL MIEDO

La primera puerta, a la izquierda, no es exactamente una puerta. Es una ventana que hacía juego con la de allá (presten atención a la vidriera que las dos tienen en lo alto...), pero a la que le abrimos y articulamos la parte de abajo, para poder salir por ella en momentos de conmoción familiar. O sea: para no encontrarnos en el zaguán (puerta principal), cuando no estábamos a bien con ellos, con los tíos y primos que vivían en el mismo caserón.

Sé lo que digo, porque detrás de esa puerta-ventana, o ventana-puerta, fue donde yo nací un 16 de diciembre de un año maldito que no quiero recordar...

Los cantos de piedra que forman la esquina, ahora cuidadosamente puestos al descubierto, me resultan extraños porque siempre habían estado tapados por centenarias camadas de cal. El paredón blanco de la derecha era feo y amarillento, terroso, con una puerta enorme y destartalada que dejaba ver un "patio atrás" empobrecido. La casa del fondo, de dos pisos, antiguamente de color chocolate, era de "las niñas de don Eligio", dos hermanas sesentonas, solteras, venidas a menos en lo económico, que la vendieron por trozos, por delante y por detrás, a gentes con dinero llegadas de lejos, que la restauraron. El primoroso adoquinado, fruto del delirio turístico, ofende mi memoria porque vino a sustituir al áspero empedrado donde se perdieron los pasos de mi niñez.

Esa callejuela, ahora tan blanca y aseada, se llama Callejón del Miedo porque metía miedo, por lo fea, húmeda, ventosa, oscura y solitaria que era, y porque, al doblar en ángulo recto hacia la izquierda, podía ser un lugar perfecto para llevar a cabo cualquier atraco real o imaginado.

Sí. Nací en el año de la Incertidumbre, detrás de una ventana que no es puerta ni ventana, en la casa señalada con el número 1 (¡la uno, la primera!), del Callejón del Miedo, de un pueblo castellano con castillo y todo, asentado por alguna equivocación geográfica, histórica, en una isla que sigue flotando a la deriva en el Atlántico... Nadie es quién es, ni cómo es, por casualidad.

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