domingo, 2 de marzo de 2008

DIEGO HIDALGO (y 2)

Beatriz Iraburo lo contaba desde Washington, de la siguiente manera:

"El presidente norteamericano, Bill Clinton, y su esposa Hillary, ofrecieron ayer, 23 de febrero de 2000, una cena de gala en la Casa Blanca en honor de los Reyes de España, a la que asistieron un centenar de invitados, entre ellos la secretaria de Estado Madeleine Albright, las estrellas Diane Keaton, Meg Ryan y Whoopi Goldberg, el modisto Óscar de la Renta, la periodista Barbara Walters y, por especial deseo de los Reyes, Diego y Melania Hidalgo.

Su llegada no pasó inadvertida: los servicios de seguridad se hicieron cruces al ver detenerse ante la cancela, no ya al acostumbrado "cadillac" o la interminable "limusine", sino un taxi cochambroso con los Hidalgo dentro.

Tras intensas deliberaciones, y después de una inspección a fondo, los agentes consintieron en dejar pasar el desvencijado vehículo. "Es la primera vez que unos invitados llegan en taxi", observó un policía, mientras el conductor, un estudiante etíope, no ocultaba su excitación ante lo que definió "la aventura de mi vida".

Ya en la Casa Blanca los Hidalgo, ella elegantemente ataviada con el traje que llevó en la boda de Marta -y que tuvo que completar con una falda comprada precipitadamente en unos almacenes porque la correspondiente se había quedado en casa- y él con un frac alquilado, se adentraron en la sala en que decenas de cámaras y fotógrafos "disparaban" a quienes iban llegando. Sonrientes y con los ojos entornados en previsión de mil flashes, los Hidalgo, poco conocidos -aún-, a ese lado del Atlántico, no fueron blanco ni de una humilde instantánea. "Fue tan desairado que nos reímos a carcajadas. Era como un gag de película", comentaban luego tronchados.

Llegado el momento de los saludos, el presidente Clinton estrechó la mano de Diego sin tener idea de quién era -veinte meses más tarde, a raíz de la Conferencia sobre Transición y Consolidación Democrática, ambos iniciarían una colaboración que ha ido haciéndose más intensa-, cuando intervino el Rey: "Mr. President, Diego is my soulmate, my brother, my friend, my support... he is everything for me", enfatizó el soberano, que mencionó también elogiosamente los libros escritos por Hidalgo. Clinton prolongó el apretón y las cámaras de televisión no se perdieron detalle, con lo que los Schnur diseminados por USA pudieron ver en los telediarios al primo Diego saludando al presidente.

Tras una cena de consomé de faisán, gambas y langosta, amenizada a los postres por música de violines, y un recital de Plácido Domingo, los invitados pasaron a un salón donde, merced de nuevo al interés del Rey, los Hidalgo pudieron volver a charlar con los Clinton y, a instancias de D. Juan Carlos, acabaron enseñándoles una foto de la pequeña Melania G. vestida de Caperucita.

Al filo de la medianoche, cuando los invitados a la cena de gala comenzaron a desfilar, una desconocida se acercó a Melania que, algo griposa y llegada esa misma tarde de España, no había tenido siquiera tiempo de ir a la peluquería: "Perdone que le aborde sin haber sido presentada, pero quería decirle que es usted la mujer más elegante de la cena". Los Hidalgo, felices y algo cansados, tomaron varios pasillos equivocados antes de encontrar el que les conduciría a la salida. "Han sido cinco horas en el Olimpo", se decían, mientras abandonaban la mansión presidencial y se aprestaban a enfrentar la última prueba del día: encontrar otro taxi."

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