sábado, 3 de enero de 2009

AEROPUERTO DE BARAJAS

Para la Real Academia Española de la Lengua, la palabra baraja puede significar: "conjunto de cartas o naipes que sirven para juegos de azar", o "gama amplia de posibilidades u opciones", o "riña, contienda o reyerta entre varias personas". O el aeropuerto madrileño se inspiró en el Diccionario, o el Diccionario se inspiró en el aeropuerto. Los tres significados son tan exactos y coincidentes que, para no desperdiciar ninguno, viene a cuento el plural: Barajas.

Sin bromas: el Aeropuerto de Madrid-Barajas, que así se llama de verdad el monstruo, se llama Barajas porque tiene al lado al pueblo de Barajas. Y no es un aeropuerto cualquiera. Por él pasan anualmente más de 50 millones de pasajeros. Su Terminal 4, maravilla de la ingeniería, podría ser motivo de orgullo nacional en cualquier país de gente razonable. Pero Madrid es la capital de lo que antes se llamaba España. Y aquí nada funciona para darle gusto a la razón. Por ejemplo:

$ Los doce kilómetros que separan el Aeropuerto de Barajas del centro de Madrid se pueden recorrer en cuestión de minutos, por un euro, en un modernísimo tren subterráneo de alta velocidad. Pero resulta que el billete que sirve para hacer ese recorrido, no sirve para pasar del tren al avión, en las estaciones correspondientes. Es como si no se llegara... En medio de los dos transportes hay una barrera diabólica, "automática", especie de rompe-cabezas, parecida al cuadro de mandos de una nave espacial, inventada por Esperanza Aguirre para fastidiar al mundo, que, ¡para salir!, obliga a pagar otro billete sobre la marcha, sin el auxilio de algún empleado caritativo que entienda de electrónica avanzada en momentos de nervios y maletas...

$ Año tras año, cada vez que se intensifica la demanda de vuelos, como en las vacaciones de verano, Semana Santa, Navidad, los pilotos de algunas compañías aéreas deciden reírse de todo y de todos, los aviones no se mueven de las pistas, o se mueven de mala gana, y el Aeropuerto de Barajas se abarrota de mujeres histéricas, hombres desesperados, niños llorando, ancianos sin comer, botellas vacías, basura, porque sí, sin que los derechos de la inmensa mayoría hagan temblar a las autoridades que padecemos.

$ En aquel aeropuerto tan grande y tan caro, con tanto movimiento, sólo trabajan 23 controladores aéreos. Y de esos 23, ayer mismo, sin ir más lejos, siguiendo el ejemplo perverso de los pilotos, 7 u 8 de ellos se acatarraron de golpe, a la misma hora, y con la misma fiebre...

$ Una señora llamada AENA, que no tengo el gusto de conocer, ni quiero conocerla, pero que me han dicho que es la que más manda en los aeropuertos de la España bruta, da entrevistas y maneja estadísticas, alegre como unas pascuas, en pleno caos, como si el caos fuese su diversión preferida y no su responsabilidad, mientras el Aeropuerto de Barajas se identifica más y más con la Academia: Conjunto de cartas o naipes que sirven para juegos de azar.

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