miércoles, 5 de marzo de 2008

TOROS

A quienes me conozcan un poco les puede parecer imposible. Pero la verdad es que, cuando estoy en Madrid, que no es siempre, hago lo posible por ir a comer a uno de los restaurantes que tengo más cerca: el Puerta Grande, en la calle de Pedro Heredia, a un paso de la plaza de toros de Las Ventas.

Más que restaurante, el Puerta Grande es una especie de universidad, o de museo, o de templo, de la tauromaquia: las paredes del bar están forradas con fotografías de los que han sido y son alguna cosa en el toreo; su biblioteca especializada en toros y toreros sorprende por el número de volúmenes, a veces gruesos como enciclopedias; carteles, folletos, comunicados, anuncios, informan por todas partes de lo que está sucediendo, o va a suceder, en el mundo de "la fiesta"; un cliente ensimismado, siempre presente, con patillas que recuerdan el Dos de Mayo, se llama César Palacios y es pintor taurino...

César Palacios vive en la calle de Bocángel, muy cerca del Puerta Grande, por un lado, y de la plaza de toros, por otro. Ha logrado vivir de la pintura, "un milagro en España", según dice. Pero de lo que más presume, además de su casticismo, es de su oficio de arenero de Las Ventas -de recogedor, con rastrillo y espuerta, de las boñigas que los toros van dejando durante la lidia...

Para el pintor y arenero no hay ninguna contradicción, sino todo lo contrario, entre pintar y recoger excrementos. La prueba está en que su popularidad y su prestigio son grandes, tanto en el ruedo como en el restaurante... Porque en el restaurante, César Palacios -viejo amigo de Antoñete y de otros grandes toreros-, no sólo expone, sino que también asesora en materia cultural: concursos de sevillanas; cursos de periodismo taurino; debates; noches rocieras; iniciativas varias, encaminadas a que Madrid no pierda sus señas de identidad absorbiendo toda esa gente que viene -que venimos- de lejos...

La cultura que César Palacios defiende y que el Puerta Grande promueve, se cultiva sobre todo en el comedor donde yo suelo comer. Allí se come bajo la mirada perdida de numerosas cabezas de toros bravos disecadas -cabezas ilustres de toros famosos que hicieron historia... Allí, ahora mismo, hay una impresionante exposición de pintura infantil -de dibujos salidos de la creatividad de niños que aman la España eterna, siempre teñida de sangre y de oro...

Pero en el Puerta Grande, sea como sea, y cuando sea, se come que da gusto. Y a mí me gusta que Miguel, el maître incansable y diligente, sepa lo que a mí me gusta.

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