SANTA MARIA MAGGIORE
Me emocioné, qué quieren que les diga, con la belleza y con la leyenda, con el recuerdo, con la vida no vivida, y le di la vuelta a la Basílica, hasta llegar a la contigua Piazza dell'Esquilino. Y me senté en la escalinata curva del ábside, a contemplar, como quien contempla el pasado más lejano, el Obelisco que dicen que vino de Egipto. Y digo que dicen, porque no tiene inscripciones que den señales del origen exacto.
¿Qué hacer entonces, después de tanta Historia, tanto sentimiento y tanta contemplación? ¿Seguir por la Via De Pretis, y por la Via Sistina, hasta la Piazza di Spagna? ¿O sería bueno doblar allá abajo hacia la Via Veneto? ¿O valdría la pena otro paseo, que me llevara por la izquierda hasta la Piazza Venezia y hasta San Pietro?
En la duda me encontraba, cuando, como si viniera de la Estazione Termini, apareció un autobús de la empresa Juliá, con matrícula de Barcelona, que fue a parar junto al hotelito que hay en la esquina de la Via Cavour. ¡Un autobús español, cargadito de turistas bulliciosos, que yo supe enseguida que eran canarios! ¡Una rondalla típica canaria, con sus timples y guitarras, en la colina donde sucedió aquel milagro de la intensa nevada, en el caluroso 5 de agosto del año 358! ¡Y se pusieron a tocar y a cantar, a coro, a todo volumen, Esta noche no alumbra / la farola del mar / esta noche no alumbra / porque no tiene gas, exactamente donde estuvo el templo pagano de Cibeles!
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