UN HOMBRE SORPRENDENTE
Emigró, como tantos españoles, cuando en toda España se vivía mal. Había paro en todas partes. También en Cataluña. Pero eso no impidió que los suyos, y él mismo, encontraran empleo en Cataluña. Nadie los echó. Nadie les dijo que allí no podían trabajar mientras hubiese un catalán en paro...
Pudiendo vivir y trabajar en Cataluña sin ser catalán, este hombre sorprendente llegó a ser alcalde de Hospitalet de Llobregat y presidente de la Diputación Provincial de Barcelona. Con esa experiencia, y con su ambición probada, nadie mejor que él para ocupar el cargo que ahora ocupa.
Pero de repente, el otro día, a este ministro de cabeza excesiva y maneras gruesas se le ocurrió decir que se acabó lo que se daba: que a partir de 2009 la cifra de contratados en el Exterior "se aproximará al punto cero", porque "no parece razonable recurrir a la contratación en origen si tenemos dos millones y medio de parados".
El escándalo fue grande. La vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega, que es lista y valenciana, tuvo que contradecir al ministro: "No hay nada nuevo en inmigración", "No hay ninguna iniciativa distinta: inmigración legal y ordenada en función de las necesidades del mercado laboral. El mercado laboral es lo único que cambia, pero no la política". Lógico.
Tan lógico, que don Celestino fue obligado a confesarse en una potente emisora de radio: "Supongo que alguna cosa tuve que decir mal".
¿Puede seguir siendo ministro de Trabajo e Inmigración este inmigrante que no tiene clara la esencia de su propia vida?
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