CARTA A LA VICEPRESIDENTA
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Pero además, por si fuera poco, resulta que yo no he tratado nunca a una vicepresidenta. Tengo experiencia en tratar a ministros de a pie, a presidentes, a alguaciles... Pero no a vicepresidentas. Y ahí, en esa falta de costumbre, me falta agilidad y precisión hasta para las formas. ¿El tratamiento sería, por casualidad, en tiempos de paz, el de Señora Doña Excelentísima? ¿Reverendísima, tal vez?
En todo caso, lo que le quiero decir es lo siguiente:
1 - Que reconozco y admiro su enorme capacidad de trabajo, aunque me asusten un poco sus formas de ordenar y mandar.
2 - Que, por favor, no se me aparezca en la pantalla, mirándome con tanto desdén, cada vez que pongo la televisión. Estar siempre en la tele no es bueno para ella, ni para la política, ni, claro está, para mi equilibrio emocional.
3 - Que, sea como fuere, no me hable de esa manera tan arrogante y tan didáctica. Pues merezco un poco de consideración, y además ya no soy un niño que se chupe el dedo.
4 - Que haga lo posible por vestirse de otra forma, más sencilla y menos cambiante. Ese derroche de trajes y collares le resta credibilidad a lo que dice y hace, ofende al grueso de la ciudadanía, y es impropio de la esencia socialista.
5 - Que le deseo muchos años de vida y de poder. Sin ella, el Gobierno de Zapatero sería una simple zapatería, y España sería otra cosa, menos interesante.
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